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38 FELIPE F. RAMOS las comunidades y en su medio social. Resultaba impresionante ver al Se­ cretario General de la Conferencia Episcopal, Don Luciano Mendes de Almeida, afanarse en la confección de carteles y representar con hábiles dibujos las conclusiones de su grupo de reflexión. Los asesores se distri­ buían entre los grupos y únicamente hablaban en las asambleas a petición de las bases. En una palabra, los obispos descendieron al nivel del pueblo, y éste ascendió al nivel de los obispos. Aquel encuentro fue el encuentro por excelencia de la integración de toda la Iglesia. En las entrevistas concedidas a la prensa, junto al cardenal hablaba una mujer del pueblo, junto al teólogo se encontraba un campesino; y en las celebraciones en torno al altar estaban los obispos y sacerdotes celebrantes, pero también se hallaban los laicos, que coordinaban, dirigían las funciones y daban la palabra a unos y a otros. Se recuperaba el sentido antiguo de la liturgia como concelebración de toda la comunidad, ordenada en sus dis­ tintas funciones y en sus diferentes ministerios64. En este contexto es necesario hablar del catolicismo popular , que no es una degeneración del catolicismo oficial, sino que posee un carácter pro­ pio. El catolicismo popular se basa fundamentalmente en la devoción a los santos y en las fiestas religiosas, y el verdadero sujeto agente de su elabora­ ción no la constituyen ni el clero ni el aparato eclesiástico, sino el pueblo, los laicos «devotos». Este tipo de catolicismo ha sabido asumir la cultura popular y, al no estar controlado por la Iglesia oficial, puede perfectamente inculturarse en el universo de las representaciones populares. Por eso es más auténtico: porque representa una creación propia y original del pueblo cristiano en nuestro continente. De hecho, tal vez sea la única inculturación verdaderamente singular del mensaje cristiano en América Latina, a pesar de las contradicciones que encierra, porque, en un contexto de domina­ ción, todo lo popular ha introyectado al dominador en su interior, hacien­ do que en lo popular haya elementos impopulares. Con todo, esta incultu­ ración, que recibe el nombre de «catolicismo popular», ha sido un factor de resistencia y, en su mayor parte, constituye hoy un motor de la libera­ ción política del pueblo65. El catolicismo popular es la reflexión religiosa que el pueblo, margina­ do dentro del mundo católico, hace acerca de su experiencia vivida en lo cotidiano. Esta reflexión es una traducción propia que el pueblo hace del cristianismo dentro de las condiciones de su vida real. Dentro del mundo 64. L. BOFF, Y la Iglesia se hizo pueblo. «Eclesiogénesis », 105-106. 65. L. B off , La nueva evangelización, 42.

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