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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 33 de credibilidad. Y por eso no habrá nueva evangelización sin gestos y actitudes que nos hagan dignos de confianza. No son, entonces, los docu­ mentos, los discursos, las palabras, los elementos más urgentes para una nueva evangelización, sino los gestos, los testimonios; gestos colectivos, cambios institucionales y estructurales... que permitan olvidar el lastre y las imágenes negativas del pasado52. De las afirmaciones anteriores nosotros sólo eliminaríamos el calificati­ vo de «nueva» aplicado a la evangelización. Si la evangelización no es como la realidad viva y transformante implicada en su misma entraña ni es nueva ni es evangelización. Jesús es el enviado del Padre, el Enviado, sin más. Su ser es un ser para la misión. De esta categoría participa de manera esencial la Iglesia. O es para la misión o no es nada. Iglesia no misionera es Iglesia muerta. El evan­ gelizar es un «ministerio primordial» (DPI: Documento de Pastoral Indíge­ na; Cobán, A. V., Guatemala, 1988). Toda la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, tiene un ministerio que deben ejercer todos los bautizados: anunciar el reinado de Dios. Entre las implicaciones de este ministerio destaquemos que la Iglesia es entidad referencial —lo afirmamos más arriba a propósito de h presentación de la Iglesia como «signo»), y la evangelización nada tiene que ver con el proselitismo. Para el proselitismo lo esencial es ganar adeptos, consolidar la institución, a costa de lo que sea. Para el evangeliza- dor lo esencial es la promoción humana situada en la perspectiva divina. El esencial punto de referencia debe ser siempre el Reino de Dios, realizado parcialmente en una Iglesia indigenizada, sin confundir catolicidad con uni­ formidad\ sin imponer módulos teológicos y eclesiológicos de importación. La intencionalidad evangelizadora y no proselitista hace que la misión «más que extensiva e incorporante —se sobreentiende que en relación a “un” modelo eclesial determinado e impositivo— sea encarnativa y ple- nificadora en y de todas las posibles concreciones étnico-culturales del hombre»53. La Iglesia encontrará su identidad especificativa desde el universalismo de su misión. Aceptando en sus redes, sin miedo a que se rompan, los 153 peces, Jn 21 —símbolo evidente del más claro universalismo— que simbo­ lizan la totalidad de la humanidad. Y sin empequeñecerlos, dejándoles ser lo que son, sin obligarles a reducir su tamaño para que quepan en «una red» tejida por la Iglesia a su medida. Esto equivaldría a tergiversar sustan­ cialmente el evangelio y la tarea evangelizadora. 52. J. C. R. G arcía P aredes , La identidad de la vida religiosa..., 162-163. 53. J. E speja , Recuperar la mística de la misión , 236-237.

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