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32 FELIPE F. RAMOS sacramento de Dios. La Iglesia, en el seguimiento de Cristo, y tal como ha indicado el Vaticano II, también se autocomprende como sacramento, o sea «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). La Iglesia como sacramento debería aprender de Jesús, el gran sacramento primordial, y recordar que su ley es el amor, que ella está en el mundo para servir, para servir de signo. La misión de la Iglesia es la de saber orientar y señalar, no la de imponer. La pretensión de la Iglesia es la de ser un interrogante para todo hombre, interrogante que cada uno debe responder con una respuesta que, a la vista del signo presentado, tiene que encontrar por sí mismo y para sí mismo49. El criterio de una auténtica inculturación es éste: allí donde se revela Dios el hombre progresa. Allí donde se revela Dios se da el paso de condi­ ciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas. Dios será mucho más Dios cuando el hombre sea más hombre50. Así como la credibilidad de Cristo era evidente desde la coherencia entre doctrina y vida, lo cual le llevó a la muerte, así la de la Iglesia está condicionada por la coherencia entre lo que es y lo que hace, entre el misterio y su funcionalidad, entre la teoría y la praxis. El «servus servorum Dei». como representante supremo de la Iglesia, debía rubricar este título adecuado con la conducta correspondiente. Como lo hizo el «siervo de Dios», a cuya imitación se asocia el título mencionado. La Iglesia debe hacerse creíble desde su convicción de ser la comuni­ dad de los siervos «inútiles», no de los salvadores de la humanidad. La Iglesia es sierva del mundo. No es la señora que ha de servirse del mundo. Por eso, la nueva evangelización ha de ser la «evangelización del diálogo», del diálogo de vida. Evangelizar viviendo con los otros y en la con-vivencia, dándoles todo lo que somos, y en este todo, también la Palabra de Dios en su integridad51. Sabemos muy bien que en los países de vieja cristiandad, del primer mundo, la Iglesia es y ha sido supercriticada; no goza de gran prestigio como institución. La nueva evangelización de estos países será posible si la Iglesia recupera su credibilidad. La Palabra, el Anuncio de Jesucristo y de su mensaje sin credibilidad hace aparecer la Verdad como mentira o tram­ pa. Todos saben que la Iglesia habla mucho de los pobres, de la justicia, de la libertad, de los derechos humanos; pero pocos se creen que la Iglesia esté realmente dispuesta a ser ella misma lo que a otros exige. Es cuestión 49. M. G elabert , La dialéctica del concreto universal , 130. 50. Reflexión cristiana en Guatemala, Caminos de Cristo en Guatemala , 50. 51. J. C. R., G arcía P aredes , La identidad de la vida religiosa..., 165.

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