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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 27 dirigir la luz de modo que alcance y sea vista por sus contemporáneos. Para ello deberá conocer los modos de pensar y de actuar de los hombres de nuestro tiempo (GS 44), para saber no sólo a dónde dirigir la luz, sino también para buscar la mejor forma de enfocarla, de modo que ilumine no sólo aquellas zonas oscuras que precisan reorientación, sino también aque­ llas otras zonas que la luz del evangelio realzará. La prueba de su buen quehacer será el crecimiento en humanidad, a todos los niveles, de aquellos a quienes se dirige40. A partir de la presencia de Jesús en nuestro mundo, Cristo es la res­ puesta y la propuesta de Dios. La respuesta, el sí de Dios , el amén de Dios (2 Cor 1, 19). Dios tiene su Palabra, que por ser Palabra de Dios, necesa­ riamente ha de ser la última. Tiene la primera y la última Palabra. Anticipó su última Palabra en la resurrección de Jesús. El último enemigo en ser vencido será la muerte (1 Cor 15, 26). No hay otra respuesta mejor para la hora de la muerte. Cristo resucitado es o constituye las primicias y, por tanto, la garantía de nuestra resurrección (1 Cor 15, 12-21). Jesucristo es también la propuesta de Dios , su proyecto, su voluntad. Es lo que llamamos Reino. A partir de la fe (que es nuestra gran mediación, nuestro lenguaje) nuestra propuesta, la nuestra, sólo puede ser la propuesta misma de Dios. Nuestra espiritualidad sólo puede ser la espiritualidad de Cristo: su opción, sus actitudes, su praxis, su Espíritu. Nuestra convoca­ ción fundamental sólo puede ser la convocación a la comunidad de los constructores del Reino. En un sentido profundo nos sentimos convocados con todos aquellos que, usando o no esta palabra (Reino), sabiendo explí­ citamente o no, viven, reclaman, esperan, construyen, desean el Reino y contestan el antirreino... El cristiano no sólo tiene vocación, sino convoca­ ción. Sólo se puede vivir la fe en comunidad, compartiendo. Sólo compar­ tiendo el pan confesamos a Jesús y esta confesión de fe será reconocida, de este modo, por los que justificadamente la han negado41. Jesús es la novedad de Dios. Su revelación en persona, y su revolución. Es el Hijo, el profeta, el mensaje de aquel Dios que hace nuevas todas las cosas (2 Cor 5, 17; Apoc 21, 5). Esto significa que lo absoluto, lo universal, aparece realizándose en situa­ ciones y decisiones concretas cuando éstas se muestran abiertas y capaces de integrar nuevos elementos. El camino no va de lo universal a lo concre­ to, sino de ésto a aquello. Este es el más genuino pensamiento bíblico; parte de lo concreto, de algún dato fáctico, de lo históricamente contro- 40. M. GELABERT, La dialéctica del concreto universal en la evangelización , 131-132. 41. P. C asald áli G, El vuelo del Quetzal , 57-59.

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