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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 25 de amor y de entrega, y también en forma de denuncia y de protesta contra la ausencia de tales valores. Toda la humanidad es templo de la Trinidad, sin distinción de tiempo, de espacio ni de religión. Todos son hijos e hijas de Dios; todos son movidos por el Espíritu; todos son atraídos hacia arriba por el Padre. Evangelizar significa dar testimonio de esta visión respetuosa y acogedo­ ra de las culturas por razón del propio Dios y de la obra que él hace entre las culturas. El primer «misionero» es la Santísima Trinidad, que a través del Logos y del Espíritu, se hace presente en cada formación cultural. E l evangelio no comienza exclusivamente con el Jesús histórico. El Logos eterno y su Espíritu siempre han estado y siguen estando en acción en el mundo, haciendo fermentar las semillas del evangelio del Padre en la masa de la historia y en todo el proceso de la creación, que asciende hacia el Reino definitivo de la Trinidad. Sólo asociándose a este evangelio, «difuso» en todo el proceso histórico, podrá la Iglesia católico-romana evangelizarse y hacerse más auténticamente católica. La posición crítica de la Iglesia frente a la modernidad significa falta de fe en la presencia de Dios en nuestra historia. La consecuencia de este pesimismo cultural conduce a proyectar una concepción de la Iglesia como la única poseedora de la verdad , incapaz de aprender de las verdades que el Espíritu suscita en los procesos humanos. Las condiciones sociales e ideológicas de la época, en la primera evan- gelización de América Latina, apenas permitían recuperar —sin producir una crisis en el sistema— la relevancia de la doctrina tradicional acerca de la revelación universal de Dios y de las semina Verbi diseminadas en las culturas humanas37. Las semina Verbi constituyen la infraestructura más adecuada para la evangelización. Pero, junto a esta positividad, impera también la negativi- dad: es la historia del autocentramiento, del rechazo y hasta de la exclusión de los otros y de las llamadas del misterio. Históricamente, la gracia viene acompañada del pecado. Junto con las semillas de la palabra y la fuerza de la verdad, también las fuerzas de la mentira y del engaño actúan en el corazón de los hombres (LG 16). Y tales fuerzas se oponen al anuncio de la verdad. De ahí el conflicto que puede surgir. El Señor «vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1, 11). Ahora bien, estas fuerzas de la mentira también actúan en la Iglesia «misionera», en aquellas culturas en las que «ya» (aunque nunca «totalmente») se ha introducido el evangelio38. 37. L. B o ff , La nueva evangelización , 46-47. 49. 75. 77. 101. 38. M. GELABERT, La dialéctica del concreto universal en la evangelización, 116.

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