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22 FELIPE F. RAMOS t i Reino está sembrado, como aspiración, en cualquier corazón huma­ no, en cualquier cultura. Semillas del Verbo esparcidas en todas las cultu­ ras, en todos los pueblos. Estudiosos patrísticos afirman que los Padres decían más: ellos decían que no sólo hay «semillas», sino que el Verbo está sembrado , presente, de lleno, aunque no revelado. Si en este particular no tenemos las ideas claras, necesariamente acaba­ ríamos pensando en dos dioses, o en dos posturas fundamentalmente dis­ tintas en relación con Dios: para unos seres humanos Dios sería Padre, totalmente Padre, plenamente salvador... Y para con la otra inmensa mayo­ ría de la humanidad sería más o menos bueno, permitiéndoles unas miga­ jas, tratando de salvarlos como buenamente pudiera... Acabaríamos acep­ tando un «dios judío» en el mal sentido de la expresión, un dios «de mi pueblo Israel», pero no el Dios «de todos los pueblos». En los mitos indígenas hay expresiones bellísimas, que nos debieran sacudir: no son menos bellas ni menos sabias que las expresiones que aceptamos como de fe en la Biblia. La referencia de esos mitos indígenas es la misma: el Verbo sembrado30. El Dios Trino llega antes que el misionero. Al fin y al cabo estamos ante la doctrina tradicional de la gracia preveniente, expuesta en formulación distinta. El primer misionero y evangelizador es el propio Dios Trino. Si tuviéramos una idea correcta de Dios, representándonoslo siempre como comunión de las tres personas divinas que invitan a la creación y a los seres humanos a participar en su comunión, entonces comprenderíamos fácilmente la presencia divina en la historia. El evangelizador, el testigo no va a llevar a Dios a donde no está, sino a descubrirle ya presente bajo otro rostro, y a ayudar a los pueblos todavía no cristianos (al menos desde un cierto punto de vista) a descubrirlo, en­ carnarlo y vivirlo en la cultura, en un auténtico proceso de diálogo que, como todo diálogo, comporta un dar y recibir en igualdad de condiciones. En el caso del testigo de la fe que se presenta en otro pueblo, antes de dar tiene que escuchar y recibir, para que su dar no sea una imposición , sino un verdadero servicio que, lejos de destruir una cultura, la abra a unos valores plenificantes31. En el NT se da el sentido, la plenitud y la orientación certera a los ensayos y tanteos que hace el Antiguo en la multitud de temas y problemas que aborda como expresión y configuración de su propia identidad. Y, de 30. P. CASALDÁLIGA, El vuelo del Quetzal. Espiritualidad en Centroamérica , 28. 31. M. G elabert , La dialéctica del concreto universal en la evangelización , en Incultura- ción y nueva evangelización , 119.

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