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18 FELIPE F. RAMOS existencia humana. Si conocemos a Dios es porque él se nos ha manifesta­ do. Llegamos a él en la medida en que se ha abierto para nosotros y para nosotros se ha hecho presen te23. Por otra parte, el mismo concepto de «palabra» de Dios, que se adecúa con el de la revelación divina, lleva en su misma entraña esta intercomuni- cabilidad. La «palabra» bíblica será entendida rectamente cuando se la considere como acontecimiento , al que es esencial la dualidad de elemen­ tos, digamos de personas. Algo así como en el amor. La estructura funda­ mental de la palabra no es ser afirmación —la afirmación es una degenera­ ción abstracta del acontecimiento de la palabra—, sino ser comunicación ; pero no en el sentido más superficial de información, sino en el más pro­ fundo de participación y comunión o comunicación. La insistencia en la funcionalidad de la revelación se halla exigida por la naturaleza misma de la existencia humana. Esta debe ser comprendida como posibilidad de realización y, consiguientemente, como movimiento hacia algo. Búsqueda de la propia identidad en esa posibilidad de realiza­ ción y en ese movimiento. Y como esto es imposible lograrlo de una vez para siempre, como es quehacer de la vida toda, en cada situación debe pronunciarse el hombre, debe decidirse. Esta decisión asegura su identi­ dad. En cada situación es toda la vida, la propia existencia, la que se pone en juego. De ahí que la existencia en cuanto movimiento, en cuanto deve­ nir, en cuanto intentar realizarse plenamente como hombre, se logre en un continuo relacionarse con lo infinito y eterno. Es el camino ascendente del hombre que supone el previo camino descendente de Dios. El carácter del cristianismo en cuanto proclamación y anuncio se ha adaptado perfectamente a esta estructura de la existencia humana. En rea­ lidad, el hombre solamente podría encontrarse con el contenido del mensa­ je cristiano bajo esta forma de anuncio. Porque el anuncio, la proclama­ ción, el kerigma, es una forma bien concreta y determinada de interpela­ ción. Lo que le es anunciado al hombre le afecta personalmente. Le coloca, quiera o no, ante la decisión, ante lo que es constitutivo del ser humano. La revelación ha ido adaptándose a la andadura histórica de una colec­ tividad presuntamente guiada por Dios26. Por tanto, la tarea evangelizado- ra, el camino de la misión no es el que parte de un modelo y unos valores que supuestamente tendrían validez universal y que, por tanto, podrían transplantarse a todos los pueblos, sino el que es capaz de realizar lo con­ creto de la revelación, llevada a su culminación por Jesús, con un valor 25. Ibid.,2 19. 26. A. S a la s, Inculturación y liberación. Fuerza liberadora de la fe inculturada , en Biblia y fe 1987, 110.

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