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326 VICENTE MUÑIZ RODRIGUEZ aventurados, la contemplación silenciosa de la Humanidad de Cristo no impide en nada su unión con la Esencia divina Inefable. En esta vida temporal, sin embargo, es preciso que el cuerpo se aquiete con la represen­ tación de la figura humana de Jesús, mientras el alma tiende a la Divinidad a través de afectos y fervientes deseos. La actividad de las potencias del alma en esta contemplación seguiría el esquema siguiente: el entendimiento se ejercita en la verdad por vía causal, del efecto creado se pasa a su causa primera; la inteligencia fija en quietud su atención sobre la verdad anterior­ mente conquistada y la voluntad, de buen grado, se asocia a esa quietud y visión por la volición y el amoroso deseo. Este esquema depende, en gran medida, de la doctrina espiritual de Ricardo de san Víctor en sus libros Beniamin maior et minor19. Esta panorámica cambia profundamente en la redacción de 1538 que se torna en sus líneas maestras totalmente dionisiana. Aquí, la ascensión al Monte Sión comporta tres etapas: la del conocimiento de uno mismo, la de la consideración de la adorable Humanidad de Cristo y la de la contem­ plación de la inaccesible Divinidad. Es en esta última etapa donde se centra nuestro problema. Fray Bernardino de Laredo distingue dos tipos de con­ templación: imperfecto, uno; perfecto, el otro. En el primero se parte de objetos materiales que son reflejo de la Trinidad y a Ella conducen nuestro pensamiento. De aquí se pasa a la consideración de objetos incorporales y a una contemplación imperfecta por vía negativa del ser de Dios y de sus atributos. Dentro de esta dimensión contemplativa entra la «representación de la Humanidad de Cristo». Pero se trata siempre de algo que puede obtenerse por industria y artificio humano, unidos a la gracia de Dios que nunca falta a los hombres de buena voluntad. En el segundo —la contem­ plación perfecta— todo se realiza por pura donación y condescendencia divina. El alma, desnudándose de todo lo creado, fija su mirada en la inaccesible Divinidad. Y en su unión con ésta no existe mediación alguna, ni creada ni increada. Taxativamente declara: «Por cosas criadas entiendo toda cosa que no es Dios y por cosas increadas entiendo la Potencia y la Sabiduría increada y la distinción de las divinas Personas de la altísima Trinidad»20. Dios concede esta experiencia, cuantas veces le place y como le place. De este modo, por depender sola y únicamente de la condescen­ dencia divina, esta situación no llega nunca en el alma a crear hábito. Como en el P. Osuna, la unión del alma con Dios se realiza también por 19. O. c.y en pp. 136-37, analiza todo un conjunto de textos paralelos de esta obra de Ricardo de San Víctor con otros de la Subida al Monte Sión. 20. Subida al Monte Sión , p. 419.

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