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304 MANUEL GONZALEZ GARCIA retorna E. Nicol a estas mismas ideas. Como ejemplo podemos recoger estas palabras suyas: «Ahí está el hecho: de la materia emana el verbo. Lo cual es extraordi­ nario, por la magnitud ontològica que desde luego debemos atribuir al verbo, y a la vez porque ese verbo, que da razón de todo, no sea capaz de dar razón de su propio nacimiento: de su existencia rodeada de materia por todos lados»38. «Es imposible que de la materia surja el verbo. Esto, sin embargo, es lo que ocurre. La materia es lo único de donde podría proceder el verbo; pues, en el origen, no había nada más » 39. Bajando a un ejemplo concreto, señala la existencia de la palabra «pie­ dra» y la existencia del objeto material que yo designo con mi palabra «piedra» y que mis oyentes identifican suficientemente al escuchar mi ver­ bo «piedra». Y continúa, «a pesar de lo cual, es manifiesto que no existe entre la piedra y la palabra ninguna afinidad o parentesco ontologico, nin­ guna relación que pueda afectar a la una o a la otra. Son, como se dice en filosofía, ontologicamente incomunicantes; es decir, no hay comunidad de ser entre las dos. Pertenecen a dos mundos independientes: el de la materia y el mundo del sentido»40. Esta imposibilidad metafísica es tan real y actual en el primer origen del verbo como en el momento presente al producirse todo verbo humano. Unicamente se da una diferencia: mientras en el primer verbo virginal, el verbo emana de la materia, ahora, al aprender el habla, el verbo penetra en la materia41. 38. FH 37. E. Nicol escribe en Crítica de la razón simbólica (México 1982): «Sin materia no hay palabra. Pero la palabra no es materia» (p. 256); «Ya no debemos preguntar cómo es posible que el hombre transforme la materia, aunque esto no deja de ser asombroso; debemos preguntar más bien cómo pudo transformarse la materia para que de ella surgiera este ser inmaterial que es el logos» (p. 257). 39. FH 38. Abundando en este mismo tema escribe en FH 41: «Y este origen es lo más misterioso y lo más claro; porque con él se produce un desdoblamiento del ser, el cual queda dividido con definitiva evidencia en dos partes o sectores; el ser que no habla y el ser que habla del ser. Lo cual es lo único posible y a la vez lo imposible; pues el que habla sólo pudo nacer de lo que no habla, y esta capacidad de la materia, de extraer de sí algo radical y absolutamente ajeno, es metafisicamente imposible». Y en FH 67: «La materia es condición absoluta de posibilidad de ese nacimiento. A pesar de lo cual, no se puede establecer una paternidad material del logos. Entre logos y materia no existe afinidad de ser». 40. FH 37. 41. FH 41. En Crítica de la razón simbólica (México 1982) escribe así E. Nicol: «El hombre nace como un animal. Está programado genéticamente para existir como ser humano, y dispone de órganos fisiológicos que le permitirán hablar. Pero no habla, ni descubrirá el lenguaje por sí solo. El logos se adquiere. Se adquiere por la acción didáctica de otro ser lógico. En el origen cósmico, el logos emana de la materia; después del nacimiento de cada individuo, el logos se inserta en la materia. Es, desde luego, una materia predispuesta; lo

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