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EL MISTERIO DEL ORIGEN DEL «VERBO» EN E. NICOL 301 Donde comienzan los misterios, siguiendo con el comentario de la frase del evangelista, es cuando consideramos que si el Verbo era, el primer acto es verbal y «lo otro», al proceder de lo verbal, tendría que poseer algo de su principio. Pero, al mismo tiempo, su condición de «lo otro» lo impide y debería ser principiado mudo, que, sin embargo, no ha sido condenado a la mudez eterna, sino que habla 18. Y la paradoja se complica cuando advertimos que el actual ser que habla está compuesto de materia muda y de verbo inmaterial: «La materia condiciona al verbo; lo cual es prodigioso; y enigmático, porque el verbo es un efecto inmaterial, pero la materia lo somete a finitud. El hombre es la gran paradoja de un ser finito que habla del infinito. Un ser material que habla de lo esencial y radicalmente ajeno a la materia, y que sin embargo es lo más propio»19. De nuevo se pierde la corrección lógica cuando se piensa que, al defi­ nir, necesitamos dos cosas, es decir, alteridad. Si el principio es lo infinito y en el principio era el Verbo, «lo otro» ha de ser finito. Pero «el universo contiene una infinidad de cosas finitas, aunque él mismo puede ser, y es, infinito. Ahora bien, dos infinitos, dos absolutos no pueden coexistir»20. Parecida extrañeza encontramos al considerar la semejanza entre el Verbo que es (y no es semejante a nada) y el ser que tiene verbo, porque no puede darse una relación recíproca21. Con todo, si bien el principio es lo absoluto y, por tanto, lo inalterable e incondicionado, también se da otra paradoja: «Dios necesita del hombre y de la cosa para ser principio. No hay principio si nada principia. Y esto significa... que necesita del hombre y del mundo para ser. Lo inferior y posterior condiciona lo anterior y superior»22. Y, viniendo al verbo, hemos de decir que el Verbo es maximus y maior , implicando la existencia de otro verbo con su minoría. Existe el verbo minor. «Es como si este efímero verbo (que se extinguirá cuando termine la vida) clamara por la existencia de un alius más excelso aún. Es como si nuestro verbo, cuyo origen es misterio, no quisiera o no pudiera existir 18. FH 6-7. 19. FH 8. 20. FH 7-8. 21. FH 8. 22. FH 10. Después de estas afirmaciones añade E. Nicol: «Un estremecimiento recorre el cuerpo del creyente que es a la vez pensante, cuando su propio pensamiento lo conduce a este límite». En las palabras que siguen pone en duda lo del «condicionamiento» de lo anterior y superior por lo inferior y posterior, ya que lo absoluto no puede tener condicionan­ tes. Por eso, termina prefiriendo la palabra «cualificación» a la de «condicionamiento», ya que «lo absoluto es inalterable, desde y para siempre. Lo relativo no puede afectarlo».

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