PS_NyG_1993v040n002p0297_0314

314 MANUEL GONZALEZ GARCIA lengua propia es orgullo metafísico. No es ni virtud ni defecto. Este orgullo está en el ser: es simplemente conciencia de ser. O sea, que consiste en que esa lengua sea la propia , la encarnada en nuestra carne. Esta propiedad o mismidad de la lengua es el objeto del odio irracional y satánico»82. * * * A la hora de finalizar estas reflexiones transcribimos unas palabras de E. Nicol, parábola las llama él, que sintetizan cuanto hemos explicado en estas páginas: «Dios creó la materia y su obra le satisfizo; pero vio que era incom­ pleta. La triste soledad del universo inhabitado nos la podemos imaginar nosotros mismos, cuando hoy contemplamos las estrellas. Era necesario dar a esa grandeza un poblador. La inmensidad de la materia sola expresa­ ba su inutilidad. La obra era grandiosa, pero no tenía un para qué. Dios era el Verbo; pero habiendo creado el mundo, le faltaba un interlocutor. Y entonces decidió completar su proyecto dando nacimiento a otro verbo. Un ser que pudiera hablar a Dios, y de Dios y de las cosas. Por su filiación verbal, el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. No sería por filiación material, pues ésta hace a los hombres a ima­ gen y semejanza unos de otros. El verbo era lo humano. Para que fuese entonces un verdadero ser en el mundo , Dios lo revistió de carne. El hom­ bre iba a ser el verbo encarnado. Que entiendan bien quienes oyen, que el hombre es verbo, no tiene verbo. Tiene carne; la cual es materia, y es anónima porque está destinada a morir. En cambio, el verbo vivirá por los siglos de los siglos. Quien agravia al verbo, agrede a Dios, el creador (que por esto se llamará Dios Padre). Si decimos que la carne es materia, y el verbo es espíritu, entonces quienes matan al verbo cometen el pecado contra el espíritu santo»83. Manuel G onzález G arcía 82. FH 181. La inspiración de ese odio mortal «no es lo que el otro vale, ni lo que tiene, ni lo que él hace, lo que resulta odioso. Es lo que es. Y como el odio es sagaz, pronto descubre el punto donde ha de atacar. Lo ataca en el verbo, que es el ser. Y quien posee un verbo perseguido pronto va a sentirse humillado, y así, menguado; pronto va a decaer en su existencia, privado de esa luz y ese calor, de esa energía vital y de esa nobleza que es la palabra propia» (FH 182). Parecidos conceptos expresó E. Nicol en el homenaje que organizó el Ateneo Español de México el 11 de enero de 1989: «Todo lo que atañe a la lengua, a la palabra, al verbo, al logos afecta en lo más profundo y pienso que en lo más noble del ser» (Eduard Nicol: Semblanqa d'un filo so / [Quédems, núm. 10], Barcelona 1991, 91). En esa misma ocasión recogió los agravios hechos a la lengua catalana a lo largo de los siglos en las pp. 94-95. 83. FH 180-181.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz