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TEOLOGIA DE LA NIÑEZ 291 se menciona a los «pequeñuelos que creen en mí». La palabra griega no es «paidíon», niños en edad, sino «micron» que es la que se aplica a un adulto que se hace niño. Sigamos. Aquí tenemos el aspecto negativo del juicio final: «Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños («elajiston»), también conmigo lo dejasteis de hacer» (Mt 25, 45). En este bloque evangélico hay una peculiaridad propia de Mateo, que añade una razón especial por la que no se debe despreciar a estos peque­ ños. Aquí se está utilizando el adjetivo «micron» que se aplica igualmente a los niños y a los que se hacen niños. La razón es que «sus ángeles en los cielos ven sin cesar el rostro de mi Padre» (Mt 18, 10). El sentido de ese arameísmo es que hay una comunicación constante entre los pequeños y Dios. Dios ni un solo instante abandona a los pequeños, a los pobres. Una ofensa a estos tales no pasaría desapercibida al Padre que, aunque está en los cielos, permanece presente en medio de ellos en este mundo. Mateo introduce en este pasaje la parábola de la oveja perdida, que Lucas sitúa entre las parábolas de la misericordia (Le 15). Para Lucas la referencia directa son los pecadores, mientras que para Mateo la oveja perdida es el débil, el pequeño. Y la conclusión es bien expresiva: «De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños (“micron”)» (Mt 18, 14). Y es que también el Padre ve en estos pequeños a su Hijo amado («agapetón») (Me 12, 6; Le 20, 13). Tanto de parte de los hombres como de parte de Dios, los niños, los pequeños, los que se hacen como niños, son sacramento de la presencia de Cristo entre los hombres. c) Los niños, profecía de Dios Los niños, siendo sujeto del Reino de Dios, y a la vez sacramento de la presencia de Cristo, ejercen la función profètica de revelar la voluntad divina. El bloque evangélico que muestra este aserto, es común a Mateo y Lucas. Dice así: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes (“sofón kai sinetón”) y se las has revelado a los pequeños (“nepiois”)» (Le 10, 21; Mt 11, 25). Dios se revela a los pequeños. Quedan éstos, así, constituidos en lugar teológico, porque son destinatarios de revelación. Del mismo modo se habla de los pobres: «los pobres son evangeliza­ dos» (Mt 11, 5; Le 7, 22). El paso lógico siguiente es: los pobres evan-

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