PS_NyG_1993v040n002p0287_0296

296 CARLOS BAZARRA Conclusión Los niños constituyen un mundo por el que deberíamos dejarnos inter­ pelar más a menudo. Los niños tienen grandes intuiciones, lo ven todo con ojos nuevos y no como nosotros que ya nos hemos acostumbrado y nada nos resulta novedoso. Además los niños preguntan mucho. La necesidad de responderles nos obligaría a buscar respuestas reales, y no respuestas estereotipadas que no sirven para nada. En una encuesta hecha a niños argentinos, ellos desenfadadamente hablan de los sacerdotes. Sus expresiones dan en el blanco: «el sacerdote es un hombre lleno de prisa, muy nervioso; es un ser extraño; cuando habla casi me duermo. Noto que la gente se aburre con él. Es muy rega­ ñón. Yo creo que él no sabe mucho del mundo. Les tengo un poco de miedo. Ellos no tienen muchachos por eso no nos saben comprender...»8. Recuerdo haber leído en alguna parte que un catequista preguntó a los niños de su sección si sabían decir quiénes eran los santos. Y un chavalín respondió mirando a las vidrieras del templo, en las que se representaban varias figuras canonizadas: «los santos son los que dejan pasar la luz a través de ellos». ¡Magnífica respuesta! Yo diría lo mismo de los niños: ellos con su vida y sinceridad dejan pasar la luz de Dios a través de sus personas. Son transparentes. Sólo hay que saber mirar. Carlos B azarra 8. I. ALVAREZ, L os niños interpelan al «cura», en Nuevo Mundo 1975, 161-163.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz