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SENTIDO DE LA COLONIZACION HISPANA EN AMERICA 269 Polo. Este, que acompañó por aquellas tierras a su padre, Niccoló, y a su tío, Mateo, hizo conocer en la mercantil Venecia, su patria, y en todo el mediterráneo occidental multitud de pueblos del lejano Oriente con sus riquezas de oro, plata, perfumes, y ante todo, las famosas especias , tan codiciadas para guisos y condimentos5. Para nuestro propósito viene a ser algo marginal el error geográfico de Colón. Por el contrario, la búsqueda del camino de las especierías , tan ávidamente rastreada a finales de la Edad Media, nos inmerge del lleno en las inquietudes y problemas de la colonización moderna. Volvemos a los tiempos mercantilistas de los fen icios . Si bien ahora no se trate de los tesoros de Tarsis, ni del estaño de las remotas islas, sino de las valoradas especias que venían del Oriente, para regusto del paladar de los occidenta­ les. Y con ella, el oro, la plata y las perlas preciosas. He aquí cómo Marco Polo en su libro de Viajes —así titulado en español— describe la isla de Cipango (Japón): «Los indígenas son blancos, de buenas maneras y hermo­ sos... Tienen oro en abundancia, pero nadie lo explota, porque no hay mercader ni extranjero que haya llegado al interior de la isla... Existe un gran palacio todo cubierto de oro fino, tal como nosotros cubrimos de plomo nuestras casas e iglesias. Es de valor incalculable... Todas las demás partes del palacio, salas, alféizares, todo está cuajado de oro. Es de una riqueza tan deslumbrante que no sabría cómo explicaros el efecto asom­ broso que produce el verlo. Tienen perlas en abundancia, preciosas, redon­ das y muy gruesas. Tienen tanto valor como las blancas, o más... Es una isla muy rica, cuya riqueza es incanculable»6. Podemos imaginarnos el impacto de este relato en la cuenca mercantil del Mediterráneo occidental. Las ricas ciudades italianas, que ya vivían lujosamente sobre su comercio, Amalfi, Pisa, Génova, Venecia... se sintie­ ron aguijoneadas en su intenso comercio por estos datos. Pero acaeció que, precisamente entonces, surge un imponente estorbo que dificulta las dos vías de acceso al Oriente. Tanto la vía marítima por el Mar Rojo, como la vía terrestre por Siria y Mesopotamia, cayeron en poder de los turcos, muy hostiles a los cristianos. Ante este obstáculo insuperable los inquietos comerciantes del Mediterráneo occidental —genoveses, catala­ nes, mallorquines— piensan en dar la vuelta al Africa para obtener de modo seguro las ricas mercancías orientales. Fueron los genoveses quienes primeramente organizaron expediciones comerciales a lo largo de la costa africana. Ya en 1291 los hermanos Vivaldi planearon un recorrido hasta 5. Colección Austral , n. 1052, ha puesto en nuestras manos los relatos de M arco P olo bajo este título: Viajes , 4.a ed., 1965. 6. O. c., 152-153.

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