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268 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA a Roma hombres de alto nivel cultural, como Séneca, Luciano, Quintiliano, Marcial, etc. Pero es aún más grato recordar la obra colonizadora de Serto- rio. Cuando la guerra civil entre los partidarios de Mario y Sila, buscó apoyo en los hispanos e intimó con ellos. El mejor obsequio que les hizo fue fundar en Osea (Huesca) un centro de cultura superior que bien pudie­ ra ser considerado como el esbozo de una primera universidad hispánica. Así colonizaba a los rudos y fuertes íberos este general romano4. De esta sucinta evocación histórica se deduce que la colonización de Roma no fue meramente comercial como la de los fenicios. Ni una mera transferencia de elementos selectos de la polis griega a territorios de emi­ gración. La colonización romana tuvo un sentido de transformación. Al­ guien, con sentido pesimista, añadirá que tal transformación fue in deterius —para mal—. Pensamos, por el contrario, que la colonización romana, no obstante sus múltiples injusticias iniciales, ha sido uno de los máximos bienes providenciales con que ha sido agraciado nuestro país. Somos millo­ nes los que así opinamos. Para el propósito de esta nuestra reflexión anticipamos que frente a otras actitudes modernas que reprodujeron el modelo fenicio o griego de colonización, España tuvo muy presente la obra civilizadora de Roma, a la que impregnó de un Cristianismo vital en lo religioso. Hacemos esta indi­ cación porque ella nos ofrece la perspectiva ulterior de nuestro estudio. 2. Colonización moderna con sentido preferentemente comercial Es de buena lógica buscar altas causas para grandes efectos. Pero la historia no parece actuar siempre según esta lógica. No es raro que leves causas y coincidencias motiven grandiosos hechos históricos, en verdad ya preparados por un conjunto de agentes. Tal fue el caso del descubrimiento de América. Acatamos los planes providenciales divinos. Pero, dando de mano a consideraciones teológicas y otras tomadas de la filosofía de la historia, nos atenemos al dato humilde de que el descubrimiento de Amé­ rica, máximo acaecimiento humano después del divino de la Encarnación para los españoles de aquel tiempo, se debe primariamente a un prosaico interés comercial y a un error matemático que daba a la tierra un grosor menor del que en realidad tiene. En este error geográfico fundó Colón su convencimiento de que, viajando por Occidente se llegaría antes a las remotas tierras del Oriente, las de Catai y Cipango, descritas por Marco 4. A . BALLESTEROS y BERETTA, Historia de España y su influencia en la Historia Universal , t. I, p. 515.

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