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EL DESEO DE DIOS EN LOS ESCOTISTAS DEL SIGLO XVI 259 sobrenatural como fin último del hombre puede considerarse de dos mo­ dos: en cuanto diciendo relación a la actividad total de la potencia, y de este modo no puede conseguirse naturalmente ni es natural, como afirma santo Tomás; y, en segundo término, se puede ver como referida a la virtud pasiva o inclinación natural de la potencia —o también con la activi­ dad parcial que se une a la actividad del agente sobrenatural para producir el acto beatífico— . Y de este segundo modo, lo mismo la tendencia al fin que el hecho de su posesión es algo natural, como quiere Escoto88. Eviden­ temente no hace sino formular que el fin del hombre es de algún modo es sobrenatural para las dos explicaciones, sin precisar hasta dónde concuer- dan en el punto de naturalidad o sobrenaturalidad pasiva. En otras obras Boccafuoco se mantiene dentro de la tradición escotista, sin hacer hincapié en el estudio minucioso de las cuestiones: El fin de hombre es la bienaventuranza (en Dios). Además de la autoridad conocida de san Agustín al principio de las Confesiones («Nos hiciste, Señor, para Ti, etc.»), propone la razón de que toda potencia se ordena a su objeto como a su fin. Llama al objeto de la voluntad bien en común\ pero la razón de bien común, advierte, se encuentra de un modo real y total sólo en lo que reúne en sí toda la razón de bien. Esto no es otra cosa que la felicidad definitiva sobrenatural, el fin u objetivo de la voluntad, lo que con su posesión da el descanso pleno al espíritu del hombre89. Andrés, etc. Las obras que aquí se citan son: Conciliatio controversiarum inter S. Thomam et Scotum, Lugduni 1590: Directorium theologicum, Lugduni 1590; Summa theologica sive Octo loci communes, Romae 1592. Las dos primeras obras están publicadas, a manera de refundi­ ción de las ediciones citadas, en un solo volumen por Fr. M. Paolini, Roma 1911. Cfr. SBARA­ GLIA, t. 1, p. 215b-216b; HüRTER, t. 3, col. 154-155. 88. «St. Thomas, ln 4 Sent., d. 49, q. 2, a. 6; S. Th. 1, q. 12, a. 4c; Ibid., 1-2, q. 5, a. 5; q. 62, a. 1 c; Contr. Gent., cap. 52 et cap. 147, inquit quod beatitudo est mere effectus supernaturalis, et naturaliter haberi non potest. Scotus est in oppositum in 4 Sent. d. 49, q. 8 ubi tenet beatitudinem posse haberi naturaliter et quod est naturalis. Conciliatio: beatitudo potest consideran duobus modis: uno modo, prout comparatur ad activitatem totalem poten- tiae: et hoc modo non potest haberi naturaliter nec est naturalis, ut dicit S. Thomas. Alio modo, prout comparatur ad vim passivam et inclinationem naturalem potentiae, et ad activi­ tatem partialem quae simul cum activitate supernaturalis agentis elicit actum beatitudinis: Et hoc modo potest haberi naturaliter et est naturalis et hoc dicit Scotus» (Conciliatio contro­ versiarum..., lib. 4, contr. 13; p. 61). 89. «Anima rationalis habet causam finalem. Probatur: quia homo est creatus ad beatitu­ dinem, unde est illud Augustini: «Creasti nos, Domine, ad te, et inquietum est cor nostrum donec requiescat in te». Ratione probatur: quia quaelibet potentia est ordinata in suum objec- tum tanquam in suum finem: Sed objectum voluntatis est bonum in communi, id est, in quo reperitur omnis ratio boni, est sola beatitudo: ergo finis animae nostrae (quod est idem quod dicere, finis nostrae voluntatis) est beatitudo. Confirmatur: quia ille est finis alicujus rei, quo adepto, res illa quiescit: sed in sola beatitudine quiescit anima hominis» {Summa Theologica, locus 2, paragraphus 6, p. 46a).

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