PS_NyG_1993v040n002p0201_0238

SATANAS Y EL PECADO ORIGINAL 209 textos de Trento el mismo axioma emblemático que enfatizaba san Agustín: Dummodo Redemptio clareat periculum non est /: lo importante para nuestra ortodoxia es dejar clara la sobreabundancia de la Salvación de Cristo. Este res­ plandor de la Salvación puede lograrse, incluso con ventaja, por caminos no transitados por Trento. Porque, parece obvio que si decimos «todo hombre, por los méritos de Cristo, nace en gracia/amistad de Dios», la sobreabundancia de la Cruz de Cristo buscada por Pablo (Rm 5, 12-21) queda más visible que si decimos: ‘todo hombre al nacer todavía - no ha sido acogido a la gracia de Cristo, y por eso nace en pecado original. La complicada problemática actual en torno al pecado original Precisamente por ser complicada no entramos en ella. Por otra parte ha sido objeto de repetidos estudios nuestros desde hace más de dos dece­ nios. De esta exposición de Sayés recojo dos ideas muy apreciables: «No se comprende que la privación de un don, no debido a la naturaleza, pueda ser pecado. La carencia de la gracia divina, de la amistad de Dios, no es pecado» (p. 289; 333, 335, 292). Además, un pecado ‘trasmitido-con- traído-contagiado’ por generación no puede ser pecado, sobre todo cuando los padres están bautizados (p. 333, 289, 29 ls). Realmente un «pecado» que alguien nos diera en herencia, que se nos «pegue» al engendrarnos bagateliza el concepto de pecado. Es una ‘contradictio in adiecto’, como decía K. Barth. Una especie de hierro de madera. En la p. 291s me parece que el prof. Sayés incurre en un notable descui­ do informativo y valorativo respecto a A. Villalmonte . Le hace decir a éste que «con su inspiración franciscana, ha llevado el extremo la tesis escotista de que el motivo de la encarnación no es la redención, sino la elevación del hombre a la vida divina. Este no es el principal, sino el único motivo de la encarnación». Observación ésta del todo desacertada. La verdad es que, en la secular controversia entre «tomistas-escotistas» ningún escotista por mí conocido —y tengo excelente conocimiento del tema—, ha dicho nunca que el motivo «único» de la encarnación sea la elevación del hombre a la participación de la vida divina. Paralelamente, ningún tomista de prestigio ha dicho nunca que el motivo «único» de la encarnación sea librar a la humanidad el pecado, original y personal. Para todos era una obviedad que los motivos de la encarnación «pueden asignarse varios», como expresamen­ te dicen san Buenaventura y santo Tomás. Firme esto ¿podría señalarse alguno de ellos como «motivo primario», no excluyente sino incluyente de los demás? Esa es la cuestión, no el hablar de un motivo «exclusivo». Final­ mente, tanto el bto. Juan Duns Escoto como sus auténticos seguidores, enfocan la cuestión desde una perspectiva distinta: desde el puesto que

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz