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206 ALEJANDRO VILLALMONTE O bien su confesión ante los pelagianos: Si admitimos que Cristo es Sal­ vador también de los niños , he terminado toda discusión entre nosotros5. Este estudio histórico-crítico sobre la enseñanza agustiniana/patrística nos mostraría que su teoría se origina y desarrolla bajo el impulso y con­ dicionamientos de apriorismos y presupuestos recibidos y utilizados de forma acrítica: apriorismos de índole mitológica, pararreligiosa, cultural, filosófica, experiencial, socio-psicológica, vivencial, teológica, exegética. A finales del siglo XX la teología católica se encuentra «situacionada» en una circunstancia vital del todo transformada. Dentro de ella resulta intole­ rable la doctrina agustiniana sobre el pecado original. Y precisamente se la ha de rechazar bajo el mismo lema que el doctor de la gracia adoptó al combatir el pelagianismo: Ne evacuatur Crux Christi! Porque la Cruz de Cristo queda notablemente vaciada de universalidad y eficacia si admitimos que todo hombre, al llegar a la existencia, se encuentra separado de Cristo, en muerte espiritural, en pecado original. Como observación conclusiva me parece podría afirmarse: un estudio histórico crítico, una labor hermenéutica sería y consecuente realizada sobre los textos patrísticos y escolásticos referentes al pecado original, no puede llegar a concluir la existencia de una Tradición a favor de esta doctrina. Me refiero a una Tradición de connotaciones solemnes sacrales y hasta divinales de que se carga a la palabra cuando se la escribe con mayúscula y se la acompaña de otros calificativos enfáti­ cos. La creencia en el pecado original, aunque la veamos arraigarse y pervivir lozana durante más de 15 siglos, no es una verdad caída del cielo. Surge de los senos más hondos de la madre tierra: de las profundidades del corazón humano que teme la muerte, se angustia y protesta por su contingencia, siente saudade- añoranza-nostalgia-deseo y ensoñación de un paraíso , que unas veces piensa que lo perdió-ya ‘in illo tempore’, en los prestigiosos y dorados orígenes de la humani­ dad; o bien es que todavía-no ha llegado a conseguirlo. Sobre el pecado orginal y todos los parafernalia doctrinales que lo acompañan, sí que existe una tradición humana , fuertemente humana, pero de estructura simplemente cultural-religiosa. En ella ha vehiculado la Iglesia occidental su mensaje sobre Cristo Salvador. Pero la sobreabundancia de la Salvación queda más visible, únicamente clara, como quería san Pablo, si nos abstenemos de decir que todo hombre, bajo el influjo de Adán, nace separado de Cristo, en muerte espiritual. 5. Una valoración de la doctrina agustiniana en esta dirección la hemos realizado en repetidas ocasiones: El pecado original , cit. en nota 2, 301-319, 439s; El pecado original en la polémica Agustín-Juliano de Eclana , en La Ciudad de Dios 200 (1987) 365-409; El problema del mal y el pecado original en san Agustín , en Naturaleza y Gracia 38 (1991) 235-263; «Mise­ ria» humana y pecado original. Un gran tema agustiniano, en Revista Agustiniana 33 (1992) 111-152. Es claro que Agustín es personificación de la patrística e inspirador hegemónico de la teología occidental en todo lo referente al pecado original. La fragilidad de su teoría afecta a las teorías de todos ellos.

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