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2 3 6 ALEJANDRO V1LLALMONTE Para un teólogo católico la «voluntariedad» del pecado es cualidad primaria, insustituible. Pero, ¿cómo puede haber voluntariedad en el re­ cién llegado al seno de su madre? En este punto concreto la hamartiología católica es un laberinto, un jeroglífico, un rompecabezas de opiniones. Expresaría bien la situación el irónico dicho coloquial: donde digo digo, no digo digo, sino que digo que quería decir... Sayés y yo estamos de acuerdo en que la mera carancia/ausencia de gracia no puede llamarse «pecado»; ni un «pecado» puede decirse trasmi- tido-heredado-contraído-contagiado. Pero pregunto: ¿Es que el dominio de Satanás, por muy intenso que sea, puede constituir «pecador» a un hombre en el seno materno? La «voluntariedad» del pecado está aquí tan ausente —probablemente mucho más— ausente que en la explicación de base adánica. Los adanistas recurrían a la capitalidad de Adán, padre de la tribu humana. Pero, ¿podría Sayés recurrir a la capitalidad de Satanás y decir que las voluntades de todos estaban incluidas —de algún modo = quodammodo!— en la voluntad de Satanás? Sería un manifiesto absurdo. El precisar la «voluntariedad» del pecado original ha sido siempre y es hoy mismo una tarea endiablada en la acepción literaria del adjetivo. Pero en la teoría de Sayés es satánica en sentido real. Y entonces, a cualquier lector se le ocurre esta «luciferina» pregunta: ¿Es que el gran Satanás tiene poder para empecatar: constituir pecador a todo hijo de Adán desde el primer instante de su ser? No es posible pensar que Satán tenga poder para «hacer/fabricar» pecadores. Una doncella cristiana, condenada por el pretor a un lupanar, queda convertida en «cosa, objeto, materia» en que otros desahogan su furia pecadora, pero nunca será «pecadora» ella misma, si su voluntad no acepta libremente el mal. Tenemos, pues, que ni Adán, ni Satanás, ni el Azar, ni el Hado pueden hacer pecador al recién llegado a la existencia. ¿De dónde viene que el niño sea-ya pecador ? Nadie quiere cargar con este cadáver espiritual. Si fuese lógico, Sayés tendría que aceptar la solución agustiniana, cargada con el peso de satanidad de personal invención: Dios mismo, justamente enojado por la desobediencia de Adán, castiga a todo ser humano a nacer en muerte espiritual, y constituye a Satanás ejecutor rígido de este castigo. Por enésima vez un cristiano se hará la misma pregunta: ¿Dónde queda la Bondad/Justicia de Dios, la dignidad del hombre, la eficacia universal de la Cruz de Cristo? Tenemos planteado el problema de la tensión fatalidad-libertad en la historia humana. No se trata aquí, pero está al fondo de la tesis agustiniana sobre el pecado original.

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