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SATANAS Y EL PECADO ORIGINAL 235 acuciante que se ofrezca. Lo que me parece indudable es que se debe excluir de la respuesta el recurso apresurado a la siniestra milagrería de un castigo divino, infligido por mor de Adán y ejecutado bajo la rabia de Satán. Seamos más sobrios, más objetivos, realistas, respetuosos con Dios, y con las leyes que rigen al cosmos y la existencia humana. Un ser como el hombre, finito, contingente, sometido al proceso de evolución cósmica, socio-cultural; cuya vida florece y se marchita como las flores de las eras, que «pasa como las nubes, como las naves, como las sombras», cuyo espí­ ritu es ónticamente lábil, congènita y connaturalmente pecable/pecadorizo (¡no pecador!), es «normal» y «natural» que lleve una existencia miserable, si Dios no entra a hacer milagros para aliviarle de tanta miseria. Lo que hace Dios es asumir el lodo y la «carne/basar» humana y llenarla de espe­ ranza en Jesús resucitado. Los que buscan la ‘etiología’ de tanta miseria en el pecado de Adán, en el dominio de Satanás, en un sobreveniente castigo divino, en realidad bagatelizan, quitan hondura y seriedad a la trágica condición humana. Por­ que la desobediencia de Adán es una efemérides, un evento que pudo acontecer o no, puesto que Adán era libérrimo. Y Satanás es un cuerpo extraño traído, no se sabe por qué motivos, de otro universo. Pero lo cierto es que la miseria humana brota connatural e irreprimible, de la estructura existencial del ser humano, antes e independientemente de que Adán peque, Satán tiranice o Dios castigue. A la pregunta unde malum , Dios no ofrece una respuesta teórica/doctrinal, sino una respuesta práxica: la Salvación en Jesús muerto-resucitado. La explicación que Sayés adopta no ha servido más que para exacerbar la miseria humana y comprometer a los que creen en la Bondad de Dios. ¿Dónde queda el «pecado» original? Que la situación teologal en que el hombre nace haya de llamarse «pe­ cado» ha sido durante quince siglos una tortura para el cerebro de los teólogos católicos: una crux theologorum. Hoy mismo siguen pendientes del madero, ningún piadoso varón de Galilea ha sabido descenderlos. Los protestantes lo tienen más fácil: el pecado no tiene por qué ser fruto de una decisión libre de la voluntad. El verdadero pecado, el pecado radical es ‘involuntario’, precisamente por ser supravoluntario22. 22. La tesis del pecado «involuntario» la defendía Agustín en polémica con los pelagia- nos y para justificar el «pecado» proveniente desde Adán. M. A. A lfla t , The Development o f thè idea o f Involutitary Sin in saint Augustine , en RevEtudAgust. 20 (1974) 113-134; Id., Responsability for involuntary Sin in saint Augustine , en Recbercbes August. 10 (1975) 171- 186. Cfr. A. VlLLALMONTE, «Miseria» humana..., 122s.

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