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232 ALEJANDRO VTLLALMONTE se verían excluidos de convivir con Dios en el cielo. Se les habilitó una ‘condenación benigna’ en el limbo de los niños. Los teólogos actuales man­ tenedores del pecado original, no saben qué hacer con esa innumerable tropa humana transformada en «masa de pecado» por la desobediencia del primer homo sapiens , ocurrida hace un millón de años. Les horroriza la perspectiva de la «condenación infernal», y les disgusta la figura del limbo. Sayés piensa, además, que Luzbel tiene sus «derechos» sobre la masa pecadora (p. 296; 294-337). Lo «normal» es que exija llevárselos consigo a las calderas de Pedro Botero. Pero, la figura del limbo ofrece un alivio, una solución, si bien el «invento» no le convence del todo a Sayés y realiza denodadas maniobras logísticas para evitar que la entera humanidad infantil quede bajo la tiranía de Lucifer por toda la eternidad (p. 362-385: la suerte de los niños que mueren sin bautismo). Realmente, el recurso a la figura del limbo nada ayuda para evadir las consecuencias —tan lógicas como temibles— de la teoría adánico-satanista sobre el pecado origi­ nal. La buena teología actual ya ha abandonado la figura del limbo. Un «invento» tan arbitrario como insuficiente e insostenible dentro del sistema católico de creen­ cias. No existe un estado/situación de «naturaleza pura», ni para esta vida ni en la futura. No puede haber un ser humano feliz en una supuesta «felicidad natural»: «animam Trinitatis cappacem, sola Trinitas potest implere»!, dice san Buenaventu­ ra: hecho el hombre para gozar de la Trinidad, sólo la Trinidad puede hacerlo feliz. Cada hombre, en la historia de salvación que conocemos, es féliz sólo y exclusiva­ mente si llega a convivir con Dios en el cielo. De no ser así, será total y eternamente desgraciado donde quiera que lo destinen. El limbo y su imaginada felicidad «natu­ ral» es un auténtico contrahecho teológico19. Lo único pertinente para deshacer este ovillo de palabras ociosas sobre el limbo es aceptar que todo hombre entra en la existencia en la Gracia que se le concede en Cristo: hijos en el Hijo, herederos con el Heredero de la vida eterna. Nos evitaremos así el hacer afirmaciones com­ prometedoras para la Bondad de Dios, para la dignidad del hombre y para la sobreabundancia y universalidad de la acción salvadora de Cristo. 3. C o n sec u en c ia s d e l d om in io sa t án ic o en l a h um an id ad h istó r ic a En el cap. VIII el prof. Sayés ofrece una clave interpretativa, una «etio­ logía» de la situación miserable en la que se encuentra la humanidad his­ tórica. La explicación más inmediata, más a mano, la encuentra en la actua- 19. El lenguaje popular ha ironizado con gracia y acierto sobre la figura del limbo de los niños. «Estar en el limbo» vale como sinónimo de ‘estar en la inopia’, estar lelo/alelado, estar atontado, estar en Babia, estar ausente, ido, distraído mental. Realmente, bien «alelados» tendrían que estar los imaginarios habitantes del limbo, para sentirse «naturalmente felices», sin haber llegado ni tener esperanza de llegar a la visión y amor beatificante de la Trinidad.

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