PS_NyG_1993v040n002p0201_0238

SATANAS Y EL PECADO ORIGINAL 231 de pecar, como signos, sacramentos malignos del poder, invicto todavía, de Satanás. La satanología que maneja Sayés tiene informes de que, tras la venida de Cristo Satanás, se muestra más rabioso y agresivo que antes (p. 328). Y es voz común y fama pública entre los creyentes en Satanás que los mejores cristianos (los santos) son más acometidos por Luzbel que los grandes pecadores, sobre los cuales reina él en pacífica, descuidada y ociosa posesión. Hemos indicado antes cómo, desde una perspectiva adamológica, a Jesús se le asigna la desmedrada tarea de ser el «Tapahuecos» del abismo abierto por Adán ante sus descendientes. Sayés prefiere la perspectiva sata- nista para hablar de la acción salvadora de Jesús. Describe con fruición y viveza a Cristo como «vencedor del poder del maligno» (p. 313-337). En esta perspectiva, así como Satán logra su máxima intensidad de presencia y de influencia en la figura señera del Anticristo , Jesús lograría su mejor acogida presentándose como Antisatán que aniquila el poder de su enemi­ go. Un exorcista universal y exitoso: «la redención de Cristo aparece en todas las páginas del Evangelio como una victoria sobre el Demonio (p. 313). «Cristo, vencedor del poder del Maligno» (p. 321). Tarea desmedra­ da y humillante para Jesús: ad maiora natus sum!, podría decir él, repitien­ do un viejo lema. Para muchas sensibilidades cristianas resulta muy desa­ gradable y casi repulsiva esta forma de presentar a Jesús, acompañado por la inevitable sombra de Satán, aunque sea para combatirlo. Si desde Jesús volvemos la vista hacia el hombre cristiano, también éste aparece «humillado y ofendido» en su dignidad de persona, libre ante Dios y ante el Destino. Porque en la perspectiva satanista-sayesiana que comentamos, el hombre es, más que nada, un campo de batalla neutral, pasivo, sufridor espectante, donde se libra el duelo mortal Satán-Jesús. Desde luego, esto es del todo claro en la humanidad infantil —la inmensa mayoría de la humanidad en absoluto—. Aquí el triunfo de Luzbel es completo. Jesús recoge las migajas que caen de la mesa del Vencedor: los pocos que llegan al bautismo. Y aún en éstos sus conquistas son más bien magras e inestables. Leyendo el cap. VII del libro de Sayés el lector pudie­ ra sentir la «tentación diabólica» de acordarse de la religión iranio-persa, de los maniqueos del siglo IV-V, de los cátaros medievales. Mejor que haga una higa al Diablo, como santa Teresa, y piense sólo en el Salvador. Aterradora perspectiva escatológica La antigua teoría del pecado original llevó a la macabra y abrumadora conclusión de que la inmensa mayoría de los «desgraciados hijos de Eva»

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz