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228 ALEJANDRO VTLLALMONTE de la universalidad y eficacia de la acción salvadora de Cristo sino admiti­ mos que todo hombre, al entrar en la existencia, se encuentra incorporado- ya a Cristo como Sacramento universal de salvación, recreado-ya como nuevo hombre en Cristo, hijo de Dios, templo del Espíritu Santo. Estoy, pues, en los antípodas de la frase agustiniana-tradicional de que todo hombre entra en el mundo hecho «masa de pecado»; o bien habitácu­ lo de Satanás , según frase adoptada por Sayés. La cristología y soteriología utilizadas por el prof. Sayés para apoyar su teoría demonológica me parece que restringen y desvirtúan peligrosamente la acción salvadora de Cristo. Por centrar un poco mi exposición, la voy a ordenar en torno a estos calificativos que precisan bien la índole de la lectura que Sayés hace de la historia y economía de la salvación y del puesto desmedrado que a Cristo en ella se le reserva. A lo largo de todo su libro, y no sólo en el cap. VII dedicado a la perspectiva demonológica, Sayés trabaja desde el presupuesto, asumido sin control crítico, de una lectura infralapsaria, discontinua/dualista, ha- martiocéntrica, demonológica de la historia de salvación y del puesto de Cristo en ella. Infralapsaria : en la mente de Sayés existió para el género humano una primera economía de gracia, la calificada como estado de «justificia origi­ nal», de cuya existencia real-histórica rigurosa él no tiene asomo de duda. Aquella primera, supralapsaria economía quedó cancelada por culpa de Satanás y de Adán y por disposición divina. Ahora Sayés no cultiva ya sino la «Antropología del hombre caído», que se desarrolla en correlación y simbiosis interna con la «Soteriología/Cristología del hombre caído». Del «paraíso perdido», sólo queda la añoranza/saudade de los románticos, la tarea especuladora de ciertos teólogos, de filiación gnóstica, que no acier­ tan a deshacerse de un molesto incordio que ellos mismos se produjeron. Hay, pues, en esta perspectiva una doble economía de gracia: la supra­ lapsaria —anterior a la caída de Adán— y la infralapsaria surgida y arbitra­ da por la providencia divina tras el fracaso de la primera. Con ello se introduce, dentro del proyecto divino de llevar a los hombres a la vida eterna, una dualidad , cesura y ruptura profunda. En la economía paradi- síaca/supralapsaria Cristo, no aparece en absoluto. El mediador universal de gracia para todos los hombres es Adán, el primer hombre. Este hombre, a quien el saber humano presenta —no puede hacer otra cosa—, como un rudimentario y elemental «homo sapiens», es investido por la especulación gnóstica, heterodoxa y ortodoxa, de la dignidad del Hombre Primordial , Cabeza física, moral, sobrenatural del género humano. Un especie de «Me­ sías» que, por desgracia, fue infiel a su grandiosa misión.

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