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220 ALEJANDRO VILLALMONTE ¿A qué se debe este protagonismo de Satanás y la relativa marginación de Adán propuesta por Sayés? El prof. Sayés se muestra disconforme con la idea tradicional de que el pecado original sea un pecado que se trasmita por generación de padres a hijos. Un pecado ‘trasmitido’, un pecado ‘heredado’ es, en buena teolo­ gía católica, un no-pecado. Ya en su tiempo pudo escuchar san Agustín la protesta iracunda contra los que decían que el pecado de Adán se propa­ gaba a todos ‘per traducem’, per rationem seminalem: como por esqueje, por la fuerza del semen de los progenitores infectado por el pecado de Adán. Sobre este ‘semen infectum’, vehículo maligno del pecado original, dijeron groserías algunos doctores medievales. En este punto nuestro acuerdo con Sayés es pleno: un pecado heredado, contraído, incurrido por contagio o por castigo de Dios, implica una perversión del concepto cristiano de pecado. Especialmente lamentable en nuestro tiempo, cuando por doquier se habla de la «pérdida del sentido del pecado». Los defenso­ res ultrancistas del pecado original han contribuido ostensiblemente a esta depravación del concepto general de pecado, al hacer de él un grave an­ dancio en que todos incurren fatalmente, incluso sin «posibilidad» de colaboración personal. Me parece que existe en Sayés otro motivo para restar protagonismo a Adán. Aparte de que un pecado trasmitido es un ‘pasivo’ que a uno le endosan sin saber «por qué ley justicia o razón». La teoría clásica, desde la edad media, describe el pecado original como ausencia/carencia de gra­ cia (o de justicia original, según otros). Ahora bien, Sayés no comprende cómo la «carencia» de gracia pueda ser pecado (p. 289. 333. 335. 292). Es una visión de signo negativo, estática, inerte del pecado original. Cierta­ mente san Agustín tenía una visión más dinámica, enérgica y operativa del pecado original cuando lo identifica (o casi) con la fortísima, invencible concupiscencia que domina al hombre caído, o con la «dura necesidad de pecar» a la que se experimenta esclavizado. La descafeinada figura del pecado original —como carencia de gracia— provocó la iracunda reacción de Lutero. Eso era convertir al robusto pecado original de Agustín en una entelequia, en un tigre de papel. También Sayés parece querer dar vivacidad y vigorizar al límite la fuer­ za del pecado original. Para ello hace intervenir en todo este macabro asunto al propio Santanás, en forma directa, con acción personal inmedia­ ta, con todo el formidable poder maligno de que dispone. En mi opinión, pecado original , en Estudios Marianos 42 (1978) 142-146. Una respuesta breve, pero acertada a esta «obsesión satanista». Cfr. D. F ernández , en los art. citados antes en nota 6.

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