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SATANAS Y EL PECADO ORIGINAL 215 al que pertenecemos, la demonología fue un campo muy cultivado por los propios filósofos e «intelectuales». Platón y Aristóteles hablan con natura lidad, como de un tema usual, de las «inteligencias» separadas, seres inter medios e intermediarios entre el Ser supremo y las demás emanaciones jerarquizadas del mismo. Tesis segura de la filosofía antigua es que las «inteligencias» rigen los astros y, mediante ellos, o bien más directamente, influyen en los destinos humanos. Filósofos neoplatónicos, como Porfirio, desarrollaron una demonología exuberante, intrincada. Era un tema inevi table de su cosmología meta-física, especulativa. Con ellos polemiza san Agustín en La Ciudad de Dios (Lib. VIII. IX. X.). La creencia firme en un mundo de demonios y de su influjo en la historia humana era un bien cultural compartido por paganos y cristianos. Desde diversas perspectivas mitológicas, simbólicas, cultuales, religiosas, filosóficas, teológicas nadie negaba o minusvalorizaba la importancia de lo demoníaco. Semejante creencia se había convertido en un «artículo de primera necesidad» psico lógica, sociológica, religioso-cultural de paganos y cristianos. «Que tam bién los cristianos han convertido fenómenos mentales en seres indepen dientes y personales, es claro para quien piense en todo el folklore de hadas, duendes, sirenas, dragones, basiliscos, brujas, espíritus, demonios y diablos (así en plural); todos ellos, obviamente, creaciones de la imagina ción o, por decirlo en forma más técnica, proyecciones simbolizantes » 12. En el lenguaje religioso cristiano se habla continuamente de los tres enemigos del alma: mundo, demonio, carne. Con una operación claramente imaginativa, simbolizante y hasta mitificante se personaliza, da cuerpo e hipostatiza a fuerzas o poderes sin duda subconscientes, prepersonales, pero muy operativos que condicionan los intentos humanos de vivir hones tamente. Un caso más del inevitable antropomorfismo de que ha de hacer uso el lenguaje religioso, incluso referido a Dios. San Pablo, además de esos tres famosos enemigos conoce otro «tipo» que intenta esclavizar al hombre: El Pecado = He Hamartía (Rm 5-7). Los comentaristas hablan de El Pecado paulino como de una tipificación de una «prosopopeya» de los poderes del mal. A nadie se le ha ocurrido decir que ‘El Pecado’ sea una persona, ser inteligente y libre, subsistente in rerum natura. Igualmente, la Carne/Sarx entra en escena y opera como si fuese una persona; pero no es sino una «personificación simbólica» del egoísmo radical humano enfren tado al querer divino. 12. Mauro RODRÍGUEZ, La Teología católica ante el psicólogo , Barcelona, Herder 1977, 60; 57-61.
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