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P. GERMAN ZAMORA SANCHEZ (1933-1992) 175 del Instituto, o en la contemplación de monumentos y obras de arte cuan­ do se llegaba a la ciudad. De Roma sólo le fue hostil el clima húmedo, que le ocasionaba frecuen­ tes jaquecas. Por lo demás, su salud estaba comprometida desde hacía mucho tiempo, por el cuadro clínico que ya conocemos. No dejaba trans­ parentar sus dolencias ni parece que les diera alguna importancia. Después de las calamidades físicas sufridas, escribía todavía en 1985 esta anotación para su ficha del archivo provincial: «Percances. Algunas enfermedades naturales y numerosos accidentes de carretera». Ya en ese mismo año se le había declarado una molesta y peligrosa flebitis cuando en verano prestaba algunos servicios a las Franciscanas de Montpellier, que tenían una exce­ lente clínica en Nimes. Allí solía volver cada año para una revisión. El 2 de marzo de 1990 cesó su mandato de presidente del Instituto. Meses más tarde asistió al capítulo provincial celebrado los días 26 a 29 de junio en El Pardo, y en el que actuó como cronista. Apenas regresado al Instituto, a primeros de septiembre, se le presentó una infección intestinal al parecer de origen viral. No obteniendo mejoría con el tratamiento ensa­ yado por los médicos romanos, optó por trasladarse a la enfermería que su provincia tiene en Madrid, para donde salió el 18 de octubre. Allí le diag­ nosticaron lo que ya se temía: tumor maligno. Se intentó la cura de radio­ terapia, que tuvo que ser abandonada por ineficaz. Y fueron pasando los meses en espera lúcida del desenlace. Frecuentemente nos comunicábamos con él por teléfono, pero nunca notamos una señal de decaimiento moral. En los últimos meses dio algunas instrucciones sobre el destino de papeles, libros y objetos personales que todavía le aguardaban en su habitación romana. Consumido su organismo por la larga enfermedad, se extinguió dulcemente en la mañana del 13 de febrero de 1992. Una de sus ocupacio­ nes en la enfermería había sido la revisión y corrección del necrologio de la provincia, en el que sabía que en breve había de figurar su nombre. La posteridad le podrá recordar en él como siervo bueno y fiel al servicio de la provincia, del Instituto Histórico y de la Orden, y como un auténtico franciscano cuya visión del mundo, de la vida y de la muerte estaba plasma­ da en el Cántico de las criaturas de san Francisco. Publicaciones El hábitat natural del P. Germán fueron los centros de cultura, de labor intelectual: los colegios donde cursó sus estudios normales, las Uni­ versidades de Roma y de Salamanca, los Colegios mayores de la provincia donde fue profesor y formador, el Instituto Histórico de la Orden en Roma.

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