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ALAIN GUY Y SALAMANCA 81 Como historiador de la filosofía, Chevalier se esforzaba en sus clases por revivir ante su auditorio la experiencia intelectual de nuestra civiliza­ ción; procuraba discernir lo aprovechable de cada sistema de pensamiento y de cada circunstancia, poniendo por testigo o reclamando a cada paso la experiencia personal de sus oyentes. Comprometido con el tiempo difícil que le tocó vivir, áspero y guerrero, duro y agresivo como los que más, no era su afición trazar cementerios de ideas o transmitir mera erudición. Le interesaba más bien —llevado del sentido del misterio— captar el spiritus intus del pensamiento, su fuerza originaria, que no era otra cosa sino «la intuición de algo que ha de buscarse más allá que lo que se ofrece y se encuentra inmediatamente»6; más allá de su apariencia abstracta y concep­ tual. Su temperamento místico le llevaba a concebir el conocimiento como la aprehensión de algo en sí mismo, en su individualidad y contingencia, sin asimilarlo a otras cosas. Conocer es pensar la diversidad sin reducirla a unidad. Por eso —decía— hay que afirmar lo individual en vez de negarlo en nombre de una razón postulada por un pseudo-racionalismo 1. Las consecuencias metodológicas para la historiografía son claras: todo debe interesar al historiador si ha de ser testigo fiel de lo que hay , lo grande y lo pequeño, lo sublime y lo mediano, las épocas brillantes y las deslucidas. Más aún, todo debe ser respetado o dejado en su real mismidad y singularidad, a sabiendas que ello es la primera condición de la compren­ sión. La sintonía con lo real concreto es el duro camino que hay que recorrer para llegar al sentido vivo de lo que hay en el mundo de la cultura y de la historia. Toda ingerencia en este campo llevada a cabo con instru­ mentos prefabricados («prêt-à-porter») es una falta de procedimiento y provoca un desorden, un desenfoque del objeto. La vida es esponteniedad y siempre reacia a la manipulación «técnica»; el sistema clava el pensamien­ to en lo artificial y abstracto, y es preciso ir más allá para captar «el movi­ miento espiritual que es su principio»8. Realismo místico, podría llamarse la posición de Chevalier. La ciencia viva y con sentido humano es de lo concreto y distinto. La ley (el sistema) es un mero instrumento intelectual de uso, un reglamento; nunca es la vida, y de ahí que inclinase a sus discípulos a traspasar las meras fórmulas e ir a la búsqueda de las experien­ cias vitales profundas, donde se halla el horno de la creatividad, la «vibra­ ción del espíritu», el sentido último de la inteligencia y de la ciencia... En el fondo el contacto sensible (sentido) con el fundamento de todo ser y 6. J. C h evalier, o . c ., en nota 3, XVIII. 7. J. FERRATER M ora, Diccionario de Filosofía. Voz «Chevalier, Jacques». Madrid, Alian­ za 1984. 8. J. C h evalier, o . c.y en nota 3, XVIII. 6

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