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86 ANTONIO HEREDIA SORIANO a España en la primavera de 1930, siendo Salamanca y su Universidad, a donde llegó el 1.° de mayo, una de las visitas esenciales. No en balde había estudiado allí Fray Juan de los Angeles, y no en balde vivían allí dos de los maestros que mejor podían orientarle en su trabajo: Unamuno y Domín­ guez Berrueta. Y aunque al primero no lo pudo ver por encontrarse ausen­ te en Madrid, con el segundo tuvo ciertamente la entrevista que deseaba, siete años antes de que el propio A. Guy se pusiera en contacto epistolar con el maestro salmantino a propósito de Fray Luis de León 22. La experiencia española de Mounier no fue lo suficientemente fuerte o atractiva, como para animarle a continuar con el tema de su tesis. Causas muy complejas, personales y ambientales, están en la raíz de ello. Lo cierto es que pronto abandonó aquel proyecto de trabajo, e incluso la idea de realizar siquiera el Doctorado, dirigiéndose por otros derroteros no menos fructíferos, heroicos y dignos de atención... Pero lo interesante del caso es constatar cómo en el fondo los proyectos de A. Guy (su hispanismo filosó­ fico consolidado a través de la Escuela de Salamanca) y el de Emmanuel Mounier (su revolución personalista y comunitaria), aunque diferentes por su naturaleza, método y consecuencias, nacieron remotamente de un mis­ mo hogar intelectual en los años 20 y 30, y a impulsos de un mismo afán renovador del hombre europeo y, en definitiva, de todo hombre. Y parece claro que Salamanca, principalmente la Salamanca renacentista, la más uni­ versal y creadora que conocemos, ha jugado en los inicios de este complejo proceso intelectual y vital un innegable papel catalizador, aún no suficien­ temente estudiado ni mucho menos valorado como conviene. 3. Siembra y cosecha Salamanca no ha sido para Alain Guy únicamente Dulcinea, sino real posesión; no sólo depósito de estudio o de inspiración, sino tierra de abono y de cultivo; no sólo meca del saber, sino lumbre para la vida. Su vincula­ ción a aquella pequeña ciudad universitaria («Alto soto de torres», como la definió Unamuno en 1904) no se ha caracterizado por la pasividad y el egoísmo del que sólo espera y desea recibir, sino muy al contrario: su actitud «urbana» salmanticense ha sido la del explorador y la del sembra­ dor...; y no sólo de ideas sino de personas y amistades. Como el enamorado 22. Los detalles del viaje de Mounier a España y su estancia en Salamanca han sido estudiados por A. Guy sobre la base de los apuntes que el propio Mounier fue redactando. Dichos apuntes, que él tituló Entretiens avec l’Espagne, fueron dados a conocer en primicia por nuestro autor en el Seminario que en octubre de 1975 organicé en la Universidad de Salamanca, con motivo del 25 aniversario del fallecimiento del fundador de Esprit. Vid. A. Heredia Soriano (Ed.), o. c., en nota 5, 113-132; especialmente 114-115, 121-124.

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