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64 MARIA LUISA GARCIA GARCIA No teniendo en cuenta lo ya superado del espacio absoluto, pongamos énfasis en «...pero en mí no hay espacio ni tiempo». Parece que esta afir­ mación confirma un eterno retorno de lo idéntico, que no tiene como aspecto fundamental el sentido de una teoría sobre la esencia del tiempo. Quizá para la regeneración que supone el eterno retorno es necesaria la anulación del tiempo. Podríamos enunciarlo así: Si no le concedemos nin­ guna atención el tiempo no existe. Vivir en la incesante afirmación del hoy supone l.i realización de un presente atemporal. «Todo retorno es la aproximación extrema de un mundo del devenir al mundo del ser: cima de la meditación»27. Porque el ser encierra el devenir dentro de sí, este fragmento enlaza con el comentado anteriormente28, en el cual estudiábamos la teoría del conocimiento en relación con el eterno retorno y la voluntad de poder. No aparecen matices nuevos, así es que no lo repetiré. Me parece, sin embargo, interesante señalar el arte desde su posibilidad de eternidad: «El arte entendido como voluntad de superar el devenir, como un “eternizar”...»29. Aparece aquí un modelo estético en cuya base está la misma noción de voluntad de poder. El arte es supremo signo de vitalidad y de plenitud. Por eso posibilita la eternidad. Su esencia es el cumplimiento de la existen­ cia: produce perfección y plenitud. El arte moviliza todos los impulsos que estaban desunificados. E l artista auténtico es el único hombre capacitado para el retorno. «El arte es la auténtica misión de la vida, el arte es la actividad metafísica de la vid a»30. Por eso el arte tiene más valor que la verdad. «Inventamos una fórmula para expresar la forma de una sucesión que retorna siempre: con ello no hemos descubierto ninguna «ley» y aun menos una fuerza que sea la causa del retornar de las sucesiones»31. 27. Ibid., 341, n.609. 28. Ibid., 291, n.511. 29. Ibid., 341, n.609. 30. Ibid., 463, n.848, IV. 31. Ibid., 347, n.624.

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