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62 MARIA LUISA GARCIA GARCIA Si nos colocamos en la perspectiva de Nietzsche, no podremos pensar el ser como ser del ente, sino como devenir. Quizá la verdad del devenir en su desvelamiento del mundo enlace perfectamente con una voluntad de poder como movimiento creador de las cosas. El conocimiento del eterno retorno es un acercamiento al devenir como devenir. «Nuestra propia fortaleza nos lanza al mar, allí donde todos los soles se han puesto... Nosotros sospechamos un nuevo mundo...»18. Alusión velada. Es el momento de la transfiguración. La serpiente puede entenderse ahora, desde la perspectiva que señala Mircea Eliade19, como lo aún no manifestado: aquel «¡Muerde!» equivale al acto de creación con el paso de lo no manifestado a lo manifiesto. «...la eterna creación, así como la eterna destrucción me parecen ligados funda­ mentalmente al dolor»20. La creación doliente es, en Nietzsche, esencial y subraya una diferencia fundamental con el retorno de los primitivos pueblos, que luchan contra ese sufrimiento con todos sus medios, aunque lo soporten, porque en cier­ to modo no es absurdo. El sufrimiento en Nietzsche, como a la luz de la ley del Karma, no es perturbador, porque se le conoce y se le quiere. Tiene sentido y adquiere así un valor positivo. La eterna creación y destrucción enlaza con la expresión trágica y su dolor eterno, su eterno desgarramiento, la necesidad de horror y cruel­ dad, todo lo tenebroso y mortal, que sólo una vitalidad auténtica puede soportar, precisamente porque es capaz de estimularse mediante ello y de luchar contra ese «sentimiento paralizador de la disolución universal y de la imperfección universal...»21, contra el que Nietzsche sostiene su eterno retorno21. «En lugar de la metafísica y de la religión, la doctrina del eterno retorno (ésta como medio de disciplina y selección)»22. 18. Ibid., 234, n. 400 19. M. E lia d e , o . c ., 27. 20. F. N ietzsche , La voluntad de poderío, 238, n. 410. 21. Ibid., 238, n. 411. 22. Ibid., 268, n. 457.