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72 MARIA LUISA GARCIA GARCIA De lo cual se concluye que el proceso mecánico vuelve a pasar por las mismas diferencias. Esta hipótesis cíclica es reiteradamente criticada por Nietzsche. «...el mundo, como fuerza, no debe ser considerado como infinito, porque no puede ser imaginado así: nosotros rechazamos el concepto de una fuerza infinita como incompatible con el concepto de fuerza...»55. «El principio de la persistencia de la energía exige el “eterno retorno” 56. «Este mundo es prodigio de fuerza, sin principio, sin fin: una dimensión fija y fuerte... que no se consume sino que se transforma... un mar de fuerzas normales que se agitan en sí mismas, que se tranforman eternamente, que discurren eterna mente, un mundo que cuenta con innumerables años de retorno, un flujo perfec to de sus formas, que se desarrollan desde la más simple a la más complicada»57. Estos textos tienen una orientación común: el acercamiento al mundo como fuerza. Desde esta visión, el presente aparece como lo que pasa. Así el equilibrio de fuerzas no es posible. Su modelo de universo está represen tado por una fuerza finita, pero constante. Respecto al infinito del que habla Nietzsche, no es aquel que la metafí sica piensa como trasmundo, o como «cosa en sí». En realidad el infinito metafísico podría entenderse como negación de lo finito. Pero el mundo como fuerza no puede ser considerado como infinito; sí puede entenderse quizá como envolvente infinito de todo lo finito, desde la perspectiva de su abandono de sí mismo y de su vuelta a sí. Creo que el conocimiento de lo infinito lleva a la adhesión a lo finito, porque en la infinitud de la voluntad se experimenta la propia finitud. «...todo ha tenido demasiado valor para poder ser tan fugaz; yo busco una eternidad para cada cosa...»58. Porque cada cosa es justificada y afirmada en el instante único, ya que esto supone decir sí a todos los instantes que lo han hecho posible. Este anhelo de eternidad no es nuevo: «¡Pues yo te amo, oh eternidad!»59. Nietzsche sacrifica todo a la eternidad, hasta el propio tiempo, aunque quizá el tiempo no se oponga a la eternidad. 55. F. NIETZSCHE, La voluntad de poderío, 552, n. 1055. 56. Ibid., 552, n. 1056. 57. Ibid., 554, n. 1060. 58. Ibid., 552, n. 1058. 59. F. NIETZSCHE, A sí habló Zaratustra. Los siete sellos, introd., trad, y notas de A. Sánchez Pascual, Madrid 1985, 12.a reimpresión, 314-318, nn. 1-7.
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