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70 MARIA LUISA GARCIA GARCIA La creación es, en mi opinión, un acto de violencia superador del bien y del mal, desde un sufrimiento vivido como afirmación trágica. Así la esencia del acto creador enlaza con el eterno retorno como metafísica do­ liente, traspuesta en alegría eterna. El acto creador, desde esta perspectiva, ya no es querer sino ser. La violencia del querer nos ha conducido al juego del ser. La experiencia creadora es entonces una experiencia trágico-dioni- síaca, que queda fortalecida en su pura existencia interior. No estoy de acuerdo con «las dos grandes visiones del acto creador» que propone Massuh50. Respecto a la heroica, no me parece que el creador necesite justificarse por su obra, porque no necesita en ningún caso justifi­ cación. La creación puramente es y basta. Respecto a la visión mística, me parece demasiado estática, aunque cercana en algunos aspectos a ese amor fati que no quiere nada diverso de lo que tiene. Así, la concepción mística, como glorificación de lo existente, resulta lo más interesante de esta interpretación, pero no como un camino hacia «El nuevo nombre de lo sagrado», como él pretende. «Para soportar el pensamiento del retorno resulta necesario: sentirse libres de la moral; encontrar nuevos remedios contra el hecho del dolor... eliminar el con­ cepto de necesidad; eliminar la voluntad; eliminar el “conocimiento en sí”» 51. Sentirse libre de la moral es sentirse libre de un sistema de valoraciones que se relacionan con las condiciones de vida de un ser. Liberarse de la moral es superar su propio síntoma: la decadencia y recobrar la fe en la vida. En realidad, los falsos valores no se desarraigan conrazonamientos, pero, como señala Nietzsche en alguna ocasión, «son efectos de causas que nada tienen que ver con las razones»52. ¿El valor de un acto reside en los fenómenos subjetivos que lo acom­ pañan? En Nietzsche resulta indudable que los actos aparecen acompañados de sentimientos de valor, aunque el propio valor del valor permanece des­ conocido. Cuando la moral aparece como valor superior, el resultado es la pérdida de valor de este mundo. El eterno retorno no tiene entonces nin­ gún sentido. En cuanto a la necesidad de remediar el dolor, sólo señalaría que éste es engendrador de alegría, pero que también tiene sentido en sí mismo en determinados momentos del proceso. 50. V. MASSUH, Nietzsche y la religión, Buenos Aires 1969, 154. 51. F. NIETZSCHE, La voluntad de poderío, 550, n. 1053. 52. Ibid, 167, n. 260.

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