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FUNDAMENTACION ANTROPOLOGICA DEL OBJETO FILOSOFICO 45 Vemos cómo de la realidad humana, gracias a su contextura biológica, es una realidad «abierta al mundo», no sólo en actitud pasiva, sino en un sentido de eminente actividad. Esa realidad, no es sólo capaz de adaptarse al entorno, sino también de superarlo y transformarlo en otro. La filosofía no se limita pues a una mera descripción del mundo, el filósofo lo objetiva no sólo para dar una explicación de él, sino también para modificarlo. La explica­ ción es una etapa previa en la que se establece la categorización de la reali­ dad circundante, pero quedarse en el marco de una tarea explicativa es condenar a la realidad humana al silencio. Como diría Sartre, toda filosofía es práctica, aunque en un principio parezca de lo más contemplativa, es una objetivación de la realidad; ésta que se le ofrece al hombre es conceptualizada y proyectada hacia la misma realidad, transformándola. En este sentido, también en el ámbito del objeto, la filosofía tiene su fundamentación antropológica. «Una filosofía sin exploración metódica de los fenómenos no llegaría más que a verdades formales, es decir, errores. Hacer metafísica no es entrar en un mundo de conocimiento separado, ni repetir fórmulas estériles tales como estas que esta­ mos utilizando aquí, es tener la plena experiencia de las paradojas que estas fórmulas indican, es verificar de una manera siempre nueva el funcionamiento discordante de la intersubjetividad humana, es buscar cómo pensar hasta el fin los mismos fenómenos que la ciencia investiga, restituyéndoles solamente su tras­ cendencia y su original rareza»4. El primer fundamento antropológico en que se inserta e incorpora la moral, tanto científica, como la conducta moral o la moral vivida es, sin duda, el hombre mismo o la persona humana y ésta en libertad. Es decir, el hombre sólo es moral porque es libre en su acción, porque puede deter­ minar consciente y libremente sus actos, que por lo mismo son regulables, capaces de someterse a las reglas o normas de la razón y en la conformidad o discordancia a esta regla consiste la moralidad de nuestras acciones. El fundamento antropológico inmediato de la conducta moral estriba, pues, en la libertad, en la cualidad propia de nuestras acciones de ser libres. Los actos humanos, que se remansan o acumulan en los hábitos forma­ dos por la repetición de los mismos, son fundamento antropológico de la conducta moral, de distinto orden que la persona humana y su libertad. Estos constituyen el propio fundamento o presupuesto antropológico; pero los actos son a la vez el sustrato antropológico y la estructura formal del comportamiento ético. 4. M. M erleau -P o nty , La metafísica en el hombre, en «Sentido y sinsentido», trad. de N. Comadira. Prólogo de Fernando Montero, Barcelona, Península 1977, 155.

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