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es el estar hecha de la misma madera de los sueños, el ser una realidad imaginativa que se inventa a sí misma en el transcurso histórico. Esta concepción de la personalidad humana como creación imaginativa tiene doble significado: por un lado da a la personalidad su constitutivo histórico, según el cual el hombre es un proyecto que va haciéndose a sí mismo a lo largo del transcurso temporal; por otro lado, el voluntarismo que subyace bajo ese constitutivo le capacita para crear la realidad. Unamuno, naturaleza esencialmente agónica, tiene que recurrir, para salvar los motivos de su filosofar, a edificar con la voluntad una fe, a su vez creadora de sus objetos. Más esta fe unamuniana está constantemente ame­ nazada por el temor de que no sea más que engaño, temor que lo coloca al borde del nihilismo. Al ser la tragedia la que alienta y hace vivir auténticamente todo lo que existe, observa Unamuno que también ahonda entre estos dos yos, y aun­ que abogue por la superioridad de la personalidad ideal, consistente en lo que uno quiere ser, sobre la real —lo que uno es—, ambas se encuentran constantemente en lucha. En el fondo de todo hay un temor34 a no enfrentarse con su propio problema: si estamos fingiendo o no nuestra personalidad, si el yo íntimo, intrahistórico, que llevamos dentro coincide con el yo externo, histórico, que mostramos a los demás. Isabel L ó p e z R uiz FUNDAMENTACION ANTROPOLOGICA DEL OBJETO FILOSOFICO 55 34. J. L. A bellán , Unamuno a la luz de la Psicología , en Sociología del 98, Barcelona 1975.

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