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36 CAROLINA PEREZ CIRUELOS La acción es el lugar geométrico en donde confluyen las ideas y los valores del espíritu y en el que está implicada la mediación de un Espíritu infinito. La clave del destino se halla en el espíritu, en la acción: la filosofía de la acción es una filosofía de la vida y, la vida no es vida, si no se sitúa en el plano de lo espiritual. La acción es: «[...] la actividad espiritual en su fuente y en la integridad de su desarrollo»46, es decir, la vida del hombre en su plenitud espiritual y, ésta, determina su existencia. A la pregunta por el sentido último de la vida caben diferentes respues­ tas. Al actuar el hombre es consciente de que no es un demiurgo: su destino se le escapa. El destino del hombre adquiere una doble dimensión, un sentido subjetivo —el empleo personal de los medios puestos a su disposición en la vida real— y un sentido objetivo —el desarrollo de la vida según una norma que va más allá de la propia vida del hombre—. La dialéctica de la acción es la unión de estos dos aspectos. Cada hombre vive personal y libremente su vida; pero ésta es juzgada por una norma ontologica que se presenta de un modo incuestionable. El problema del destino es inevitable y cada hombre lleva en sus actos su respuesta real al mismo. Un finalismo de inspiración agustiniana preside plenamente el sistema blondeliano47: el fin de los hombres es la participación del fin último que implica una unidad en el obrar y en el fin. El encadenamiento progresivo al que nos lleva la acción tiene un punto de llegada que coincide con la respuesta a la pregunta acerca del sentido de la vida. C onclusión En la historia del pensamiento L ’Action se presenta como una obra clave y su filosofía como un gran sistema metafisico continuador de los grandes sistemas racionalistas de carácter spinoziano o leibniziano; pero adquiriendo la metafísica un carácter existencial, transformándose en una metafísica de lo concreto para llenar los «vacíos» dejados por éstos. La acción bien podría ser considerada la substancia por excelencia, la «subs­ tancia existencial», el «a priori vital»; aunque, como hemos podido descu- 46. Cfr. H. D u m e ry , o . c ., 31. 47. Sobre este tema puede consultarse: A. de P in a , O finalismo em M. Blondel , en Brotéria 40 (1945) 405-426.

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