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LAS PRIMERAS EXPRESIONES DE LA FE PASCUAL 11 «espíritu vivificante», de «hombre terreno» devino «un hombre celeste» o dotado de «un cuerpo glorioso»22. Una terminología antropológica, es cierto, del todo insuficiente e, incluso, humanamente contradictoria, por tratarse en realidad de una antropología sobrenatural y escatológica: ¡Los vocablos humanos o las categorías espacio-temporales no logran des cribir con precisión el anastásico cuerpo del Resucitado como «el último Adán» y cuya resurrección, por tanto, inauguró la resurrección final (cfr. supra) o la última fase de la historia salvífica, situándose por ello su resu rrección en la frontera misma del espacio y metaespacio, del tiempo y la eternidad, de la historia y metahistoria! En todo caso, por el comentario paulino a la confesión cristológica, sabemos que el Resucitado posee un cuerpo real y glorioso o totalmente inmerso en la celeste gloria de Dios, siendo asimismo en extremo esperanzadora la certeza de que también nues tros corrompidos cuerpos participarán de su incorruptibilidad y glorificación, cuando «la muerte» sea «destruida» totalmente y definitivamente «devorada por la victoria » inaugurada ya con Su resurrección21* . Esta precisa la confe sión cristológica, tuvo lugar «al tercer día» y en conformidad con el desig nio de Dios o «según las Escrituras» sobre la preanunciada exaltación y pervivencia de su mesiánico Siervo24. Resurrección corroborada por la visi ble manifestación no sólo «a Cefás y luego a los Doce», sino también «a más de quinientos hermanos a la vez —¡la mayor parte de los cuales viven» aún y podían ser al respecto consultandos!— así como «a Santiago» y «luego a todos los Apóstoles», manifestándose de igual modo y «finalmente a» Pablo mismo, quien efectivamente «vio a Jesús Señor nuestro»25. Sin duda, cuando caminando hacia Damasco26y a raíz de su conversión, escu chó la «voz» del «Señor» glorificado e identificado con «Jesús» a quien 22. 1 Cor 15, 45. 47-48; Fü 3, 21. 23. 1 Cor 15, 26. 51-57. 24. Is 53, 10-11. El transfondo deuteroisaiano de 1 Cor 15, 3 (Cfr. supra n. 17) así como de la otra confesión pre-paulina (Rm 4, 25: Cfr. supra , n. 7) hace del todo probable, que «las Escrituras» (1 Cor 15, 4) se refieran ante todo al vaticinio anastasiológico sobre el Siervo mesiánico (Is 53, 10-11) así como a la interpretación anastasiológica de Os 6, 2 («al tercer día nos resucitará») por el Judaismo antiguo, sin descartar otros preanuncios anastasiológicos (= Sal 16, 10; 2, 7) sobre el Rey mesiánico (Cfr. Act 2, 24-32; 13, 33-37). Ese reiterado transfondo veterotestamentario y judaico de 1Cor 15, 36-5,sumado a varias expresiones no paulinas y al lenguaje semítico de ese texto sonindicios objetivos de su origen palestinense o de remontarse a la prístina comunidad judeo-cristiana de Palestina. Así con: J. JEREMÍAS, Abendmahlswortey 95-98 (trad. españ., 106-9); K. L eh m an n , o. c.} 90-112, y otros muchos autores ahí citados (112). 25. 1 Cor 15, 5-8; 9, 1. Para el análisis de estos textos, Cfr. X . LÉON-DUFOUR, o . c., 101-19 (trad. españ., 104-7); S. S a b u g a l, Conversión , 18-31. 26. No la homónima ciudad de Siria, sino probablemente la entonces así designada simbólicamente región de Qumrán: Cfr. S. SABUGAL, Conversión , 163-224.
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