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292 SOLEDAD ANAYA MARTINEZ «...tutte le Camicie Nere d ’Italia avevano deciso di scendere a Roma per impa­ dronirsi finalmente del Governo, al quale nessuno voleva metter mano. In quello stesso momento partiva da Milano un treno che domattina avrebbe deposto a Roma il Capo di tutte le Camicie N ere»93. Giampero logra ver a Mussolini con la fuerza de su fantasia corno si lo tuviera delante. Es el mismo que tantas veces ha contemplado en la foto­ grafía que su hermano tiene sobre la mesilla de noche: «G li sembra di vederlo camminare per la stanza, alto, erculeo, accigliato»94. Ese es el hombre que va a salvar a Italia, el héroe del que Cesare habla entusiasmado, y que va a imponer su mando y su legendaria figura a un gigantesco escuadrón de «Camicie Nere». Benito Mussolini es, ante los ojos del muchacho «un Uomo stradiordinariamente affascinante»95. Siguen algunos diálogos con los cuales, el lector, tiene noticia de las cualidades que adornan a Benito Mussolini, el hombre que ya se ha hecho con el poder: «—Ebbene — pregunta el padre de César— questo vostro Mussolini cosa conta di fare? —Di rifare, vuoi dire — lo corregge Cesare— ... —Che uomo, papà! Ti fissa una volta sola negli occhi, e non lo dimentichi più. A stringergli la mano ti senti correre nel sangue una scarica elettrica»96. No es difícil imaginar que este diálogo tuvo que ser uno de los méritos de la novela a la hora de concederle el premio «Nuova Antologia»: «—Ora, ora lo vedrai quando metterà piedi in quella vecchia baracca fradicia del Parlamento: lo vedrai, p ap à...»97. Mussolini se ha quedado en Roma y parece que va en serio lo de coger las riendas de la Nación para salvarla del caos en que se encuentra: «Si incomincia a sussurrare che la Rivoluzione farà dell’altro cammino. C ’è chi già intravede la dittatura... o con noi o contro di noi...»98. 93 . Ibid., 43 . 94 . Ibid., 43 . 95 . Ibid., 51 . 96 . Ibid., 77 . 97 . Ibid, 77 . 98 . Ibid., 124 .

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