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254 RAUL FORNET-BETANCOURT que no son decidibles desde ningún nivel o tipo de racionalidad. Ese cami­ no hacia la trans-racionalidad es el proceso de la razonabilidad; proceso éste que es siempre crisis de razón, en cuanto que las razones que la razón tiene para ser racional en esta o aquella otra forma, son puestas en tela de juicio desde un margen de razón que queda indeterminado por las raciona­ lidades vigentes y que representa no un margen recuperable por lo racio­ nal, sino el margen en que se abre la dimensión de la razonabilidad como posibilidad constante de la razón para transfigurar sus formas por el diálo­ go continuo con su exterioridad. Es en ese proceso donde realmente se decide qué y cómo es la razón. Pero con ello decimos también que la razón es un programa que está decidiéndose siempre en su mismo proceso; proceso que es reflejo del tránsito conflictivo por el que la razón no sólo entra diversamente en razón (racionabilidad, que ahora podemos determi­ nar acaso como el interior o vida interior de la razón pensante), sino tam­ bién en aquella otra dimensión que marca su exterioridad, la vida misma, y que, confrontándola con los límites extremos de su capacidad racional de recuperación, le hace experimentar su posibilidad de razón razonable. En resumen, contra la objeción aducida, hacemos valer que el recurso a la razón no puede entenderse como recurso a una «razón pura» —con­ cepto contradictorio, como diría Nietzsche5—; pues es siempre necesaria­ mente recurso a una forma determinada de razón y, en cuanto tal, no debe arrogarse el derecho de operar como criterio para decidir sobre el conteni­ do de razón de otras formas de la razón. Y esto vale especialmente para el recurso a la llamada razón filosófica. La filosofía no suspende la contingen­ cia ni la facticidad ni la historicidad ni la pluridimensionalidad de la razón. En tanto que reflexión que acontece en situaciones dadas y que determina desde ellas su uso de razón, la filosofía se define como tal o cual filosofía definiendo precisamente la forma en que ve y tiene que ver con la razón. En este sentido es, pues, la razón filosófica una construcción abstracta que puede tener quizá una función orientadora, pero nunca la función de crite­ rio para decidir la relación con la razón en las filosofías concretas. Se ve que el intento por aclarar o precisar nuestro «punto de vista» nos ha llevado a un terreno difícil, a un terreno en el que nos hemos visto obligados a entrar en cuestiones tradicionalmente fundamentales y decisi­ vas del pensar filosófico, pero por ello mismo esenciales también para alcanzar una mayor precisión de la perspectiva desde la que queremos 5. «...hüten wir uns vor den Fangarmen solcher kontrdiktorischen Begriffe wie ‘reine Vernunft’...» (Friedrich NIETZSCHE, Zur Genealogie der Moral , en Sämtliche Werke, tomo 7, Stuttgart 1964, 361).

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