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258 RAUL FORNET-BETANCOURT acaso la peor herencia que nos ha dejado el hábito colonial de mirar siem­ pre hacia la metrópoli, que el cubano José Lezama Lima ha detectado como «la dificultad americana de extraer jugo de sus circunstancias»6. Pero es obvio, por otra parte, que en el marco del presente trabajo no podemos emprender esa relectura de la historia intelectual latinoamerica­ na, y que tenemos que limitarnos a mostrar únicamente el norte hacia el que apunta, esperando que con ello quede esbozado al menos el marco referencial mayor de la pregunta por la filosofía latinoamericana. Por lo que ya se ha dicho se vislumbra que el norte del camino de la diferencia es la diferencia misma, esto es, el esfuerzo por comprender la realidad de América Latina en su diferencia y de expresar, en forma ade­ cuada y propia, esa diferencia. La conciencia de la diferencia busca su necesario complemento en la expresión propia. La realidad, el suelo, la circunstancia en la que se está y vive, comprendida como diferente, se vuelve así normativa para el posible discurso sobre la misma. Es la idea de Lezama Lima que acabamos de citar: «extraer jugo de sus circunstancias». Si nos detenemos un momento en esta idea y la meditamos, veremos que su formulación sólo es posible sobre una experiencia básica, a saber, la experiencia del propio suelo donde se está, pero no meramente en el senti­ do de contexto exterior de vida y de pensamiento, sino en el sentido toda­ vía más profundo de soporte material y espiritual. De esta suerte la idea de Lezama Lima nos permite precisar la afirmación hecha más arriba concer­ niente al saber donde está , añadiendo que esa conciencia es conciencia del reencuentro con su propio suelo valorado en su diferencia, es decir, reco­ nocido en su capacidad de tierra fértil para el cultivo de un pensamiento autóctono. Que tal es el norte hacia el que nuestra historia intelectual pone efecti- vament rumbo, que se busca realmente una reorientación de los hábitos de vida y de pensamiento en base justo a una revaloración de la propia reali­ dad o tierra, se ejemplifica con claridad meridiana en Andrés Bello, por ejemplo, que ya en 1848 insistía en que la independencia de pensamiento representaba una verdadera y urgente necesidad para el estudioso en nues­ tras latitudes, pues esa era la única forma de refutar definitivamente en América Latina el reproche de que «su civilización es una planta exótica que no ha chupado todavía sus jugos a la tierra que la sostiene»7. Pero igualmente podríamos citar aquí como ejemplo a José Martí, que avanzando 6. José LEZAMA L im a , La expresión americana , en Obras Completas , tomo II, México 1977, 290. 7. Andrés BELLO, «Autonomía cultural de América», en Carlos Ripoll (ed.), Conciencia intelectual de América. Antología del Ensayo Hispanoamericano, New York 1970, 49.

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