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256 RAUL FORNET-BETANCOURT formal universal, consiste en tomar como paradigmática la forma de hacer filosofía que se ha ido consolidando y sistematizando en la tradición filosó­ fica occidental, para examinar entonces a su luz la historia intelectual de América Latina buscando precisamente la constatación o no constatación de momentos cumplidores de los requisitos necesarios, por definición, para la filosofía. Por ese camino, como se sabe, llega Miró Quesada a constatar que la filosofía latinoamericana es ya una realidad porque en América Lati­ na hay filósofos que hacen filosofía, esto es, metafísica, teoría del conoci­ miento, lógica, ética, etc., en la misma forma y con el mismo rigor con que se cultiva en Europa. Está claro, como decíamos, que no puede ser ese nuestro camino. De hecho, ese camino esquiva el problema. Nunca se le ha ocurrido a nadie, en efecto, negar que en América Latina se ha hecho, y se hace, filosofía siguiendo los cánones de la tradición filosófica occidental. Desde los tiem­ pos más remotos de la colonia gozó América Latina de vida filosófica en ese sentido, tal como documentan, por no nombrar más que dos casos preclaros, las obras de Antonio Rubio y de Alonso Briceño. Pero ya sabe­ mos que no se trata de ver cómo florece la filosofía de estilo europeo en América Latina, sino que el problema nace cuando una conciencia cultural autónoma o en vías de serlo pregunta si esa forma heredada de hacer filosofía es la más conveniente para la realidad de los países latinoamerica­ nos. Con esta pregunta surge el problema, pues en ella se está preguntando por la posibilidad de otra forma de filosofía, es decir, por la posibilidad de hacer filosofía de una forma que se ajuste a la realidad en que se vive. Pero esto no es todavía todo. Con esa pregunta nace, en efecto, el problema porque ella misma es ya, además, clara problematización de la forma en que hasta entonces se había venido ejerciendo la filosofía. Hay, pues, una conciencia cultural o intelectual para la que la forma vigente de filosofía arroja un evidente déficit en lo referente a su relación con la realidad. Se nota, sin falta de mayores comentarios, que la pregunta por una filosofía que refleje en su reflexión los problemas reales, es, en verdad, un juicio sobre la forma efectiva en que se hace la filosofía; un juicio en el que se constata precisa­ mente el divorcio de filosofía y realidad. Profundizando en el sentido de la pregunta se ve igualmente que ella brota de una conciencia cultural o intelectual que sabe donde está y que sabe, por consiguiente, que es ahí donde se juega la posibilitación de auto­ nomía y autoctonía de pensamiento. Pues la formulación o articulación de la pregunta por una forma de filosofía más adecuada a la realidad latino­ americana es pregunta por la posibilidad de una nueva localización histó-

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