PS_NyG_1992v039n002p0231_0246

238 MIGUEL LLUCH-BAIXAULI En efecto, hay una doble comprensión del hombre respecto a su relación con la naturaleza. En cierto modo el hombre es naturaleza y forma parte del conjunto, pero, por otra parte, el hombre está elevado muy por encima de ella. Vamos a considerar ahora cómo entendían esa primera relación primordial en un nivel sólo natural. El hombre es creado y, en este sentido, participa y comparte todas las características propias del mundo contingente. Al afirmar en el ser humano este estatuto de criatura, la escuela hálense entendía que en el hombre se dan todas las condiciones propias de la contingencia creatural. En este sentido, definen al hombre como un animal racional, y lo presentan entre los demás animales. Por ejemplo, en la descripción del exámeron bíblico. El «Titulus III: De ornatu terrae» está dividido en dos miembros: los animales terrestres y el animal racional. Es innegable la igualdad natural entre el hombre y el resto de lo creado. En otro contexto23 los autores de la «Summa» se plantearon si entre el hombre y la mujer hubo relación carnal antes del pecado. En la objeción sexta presentaron las siguientes palabras del salmo 6: «El hombre no per­ dura en los honores, se asemeja a la bestia irracional». Y argumentan que se podría concluir de esto que el hombre, después del pecado, cayó a las cosas que son propias de los animales. Los honores, significarían un estado distinto, naturalmente superior, en el que el hombre vivió antes del peca­ do. Según esto, el hombre sería en su origen, radicalmente distinto a los animales, también en el orden natural. Como si hubiera sido creado como una especie de ángel o criatura inmaterial. Y que, sólo por el pecado, habría descendido a las cosas materiales. Pues bien, por el contrario, en la respuesta («ad ultimum») afirman que después del pecado, efectivamente el hombre cayó en la «generatio libidinosa», pero que en cuanto que el hombre tiene un cuerpo verdadera­ mente animal, también antes del pecado era igual a los animales, y por lo tanto, podía engendrar sin pecado. Se puede concluir de todo esto que la escuela de Alejandro afirmó la igualdad entre el hombre y el resto de la naturaleza. No obstante, sin disminuir esta igualdad radical, señalaron que el hombre ocupa un lugar de preeminencia en el mundo, y esto, bien entendido, sin referirse todavía a la elevación sobrenatural del hombre que es fruto de la gracia. Para ellos 23. Cfr. Summa Theologica , Prima partís secundi libri, inquis. III, tract. II, quaest. III, tit. III, membrum II, cap. VI, art. I, n. 303, 364-365: «...intelligatur de statum post peccatum, in quo est generatio libidinosa, nihilominus ante peccatum conveniebat aliquo modo cum iumentis: in quantum enim homo habuit corpus anímale, et secundum hoc posset generare sine peccato».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz