PS_NyG_1992v039n002p0231_0246

246 MIGUEL LLUCH-BAIXAULI La criatura humana con su inteligencia, puede descubrir cual es el orden querido por Dios y respetado por el mismo creador. Por consiguien­ te, la posición de estos autores franciscanos es de un profundo respeto por la naturaleza. Afirman la bondad natural de todo lo que existe, pero sin caer en un optimismo ingenuo porque esta bondad no es siempre evidente y porque reconocen la realidad del pecado, como mal en el hombre y como principio del desorden en la naturaleza. En definitiva, reconocen la presidencia del hombre sobre todo lo crea­ do, pero defienden la existencia de un orden dado por Dios que es, en cierto modo, inmutable y al que el mismo Dios se somete. La afirmación de este orden natural estable sería el fundamento profundo de la doctrina ética de la primera escuela teológica franciscana. Quién sabe si Duns Scoto y, más todavía, Guillermo de Ockham, al afirmar la preponderancia de la voluntad divina sobre cualquier ser o norma, no fueron fieles al espíritu inicial. Para los autores de la «Summa Halensis» la inteligencia ordenadora de Dios tiene prioridad sobre su voluntad omnipotente. Como agudamente señaló Chesterton, Europa se ha equivocado. En lugar de seguir el ejemplo de Francisco, parece que ha optado por el camino de su padre, el mercader toscano. Miguel L l u c h B a ix a u li

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz