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244 MIGUEL LLUCH-BAIXAULI estudian el significado de la expresión «imagen y semejanza». Con estas palabras el Génesis distingue la creación del hombre de la creación de todo lo demás. Inmediatamente, los autores de la Summa se preguntan si esta «imagen y semejanza» del hombre con Dios, hace referencia al domi­ nio del hombre sobre los peces del mar, las aves del cielo, etc.35. No queremos dejar de señalar, la preocupación de estos maestros de teología del siglo XIII, por hallar la razón última y los límites de lo que hoy llamaría­ mos el equilibrio ecológico. Citan aquí al propio Alejandro de Hales como autor de la «Summa Theologica»36. En ese texto parece que se niega que haya alguna relación entre el ser imagen de Dios y el dominio sobre las demás criaturas. Para la «solutio» emplean unas palabras de san Gregorio de Nisa37 en donde se afirma que el hombre es señor de todas las criaturas como imagen que es de su creador. Y señalan a continuación que este dominio del hombre sobre toda la naturaleza es, precisamente, la prueba sensible de su semejan­ za divina. Recordemos que el dominio que el hombre del siglo XIII pudiera tener sobre la naturaleza era muy inferior al nuestro, pero eso no reduce nada la claridad de esta afirmación. Es una afirmación de tipo ontològico, no cuantitativo. Para los autores de la Summa el hombre tiene el poder sobre la naturaleza y toda la creación está ordenada a él. Falta ver dónde están los límites de este poder. Efectivamente, el dominio por parte del hombre es agudamente matiza­ do por estos autores. En primer lugar, queremos señalar una distinción, típicamente medieval, pero que no carece de interés. Afirman que, así como los animales y las plantas están para ser dominados por el hombre, no sucede lo mismo con los astros. Se basan para afirmar esto en el texto del Génesis, que no menciona en el mismo orden los astros y las luminarias del cielo, con el resto de la creación. Esto significa, dicen, que, aunque los cuerpos celestes también están ordenados al hombre, no lo están en razón de dominio («se- cundum subiectionem»), puesto que sólo es Dios quien los domina. Estas criaturas, añaden, están ordenadas al hombre en el sentido de que éste pue­ de descubrir en sus señales y movimientos los signos de los tiempos38. 35. Cfr. Summa Theologica , inquis. III, tract. II, tit. III, membrum I, cap. III, n. 300, 361-362. 36. Cfr. Summa Theologica I, n. 162. 37. Cfr. G regorio de N isa , De hominis opificio , c. 4: PG 44, 135. 38. Se encuentra esta cuestión en los argumentos en contrario que proponen al plantear la cuestión de los milagros. Dicen que si por milagro se entiende actuar contra la naturaleza, Dios no puede hacerlo. Cfr. Summa Theologica , Prima partís secundi libri, inquis. II, tract. III, sect. II, quaest. Ili, tit. III: «De praesidentia angeli super creaturam corporalem seu de miracu- lis et mirabilibus», cap. III: «Utrum aliquid fiat a Deo contra naturam», n. 230, 285-287.

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