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LA RELACION HOMBRE-NATRURALEZA EN LA «SUMMA HALENSIS» 241 La «inquisitio tertia» de la primera parte del segundo libro lleva por título: Sobre la criatura corporal. Está dividida en tres tratados en los que se expone, sucesivamente, la doctrina de la creación, la distinción, el orna­ to y la multiplicación de las substancias corporales. La afirmación de la bondad de las criaturas en estos tratados es constante. Al ritmo de los versículos del Génesis, los autores de la Summa afirman la bondad original de todo lo creado31. Pero se plantean también de dónde ha salido el mal que existe en la tierra. ¿Qué sentido tiene? Afirmaron que, las palabras reveladas en el Génesis: «germinet térra herbam pabuli», parecen incluir la totalidad de la vida vegetal. En ese caso, se cuestionan ellos mismos, también las plantas espinosas, las vene­ nosas, así como los árboles infructuosos serían obra de Dios. Es la res­ puesta lo que nos interesa subrayar. Niegan que el mal de la naturaleza sea original y afirman que esas plantas que no son buenas, no se incluyen en las palabras del Génesis. De nuevo se apoyan en una cita de san Agus­ tín («De Genesi contra Manichaeos»), y sostienen con él que por el peca­ do del hombre también la tierra fue maldita. Y así, las espinas serían un recuerdo sensible para el hombre de su pecado y de la necesidad que tiene el hombre de convertirse a Dios. Las hierbas venenosas, afirman a continuación, sirven al hombre como de penitencia y recordatorio de que ha sido hecho mortal por el pecado («quia mortales post peccatum facti sumus). Los árboles infructuosos, finalmente, serían también un recuerdo humillante para el hombre que, ante ellos, reconocería avergonzado que no debe apartarse de Dios, para no convertir también en infructuosas a su alrededor, sus propias obras culturales. Antes del pecado, por tanto, la tierra no producía más que hierbas buenas y plantas fructíferas; pero des­ pués del pecado, es evidente que nacen de la tierra muchas cosas ásperas e infructuosas32. Como en la vida vegetal, también en los animales se observa la presen­ cia del mal. Por ejemplo, como ya hemos visto, al tratar de la etimología de «iumenta», los autores de la Summa afirman que no todos los animales sirven al hombre en sus trabajos, y que los otros dos géneros de animales nombrados («reptilia et bestias»): «sunt quae sunt ad terrorem». De mane­ ra que distinguieron animales que sirven al hombre y animales que le son agresivos. No se plantearon todavía aquí, como con las plantas, si existe una relación entre esa agresividad de los animales y el pecado del hombre. 31. No sólo aquí, es frecuente encontrar esta misma afirmación, con otras palabras, a lo largo de toda la obra. Entre otras, cfr. Summa Theologica I, n. 44, 69. 32. Cfr. Summa Theologica , inquis. III, tract. II, quaest. II, tit. III, cap. III, n. 286, 347: «Utrum tune productae sint spinae et arbores infructuosae».

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