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La relación hombre-naturaleza en la «Summa Halensis» San Francisco de Asís ( 1181 - 1126 ) fue un verdadero precursor de la defensa de la naturaleza, de la no separación del hombre y su entorno natural1. En su espíritu, la relación vital entre el hombre y la naturaleza era una cuestión central. Pero, evidentemente, el ecologismo de Francisco fue un ecologismo ético, más aún, teológico2. No se encuentra en sus escri­ tos una exposición sistemática de «teología ecológica», pero en él está ya el espíritu, la mentalidad orientadora y fecunda. Como ha escrito Karel J. Verleye, aunque san Francisco ignoraba la ciencia ecológica y cosmológi­ ca, supo vivir en comunión con la naturaleza, y se atrevió a tratar a las demás criaturas como hermanos y hermanas3. Esta vivencia tan singular fue fruto de su intensa fe religiosa, y esa misma fe fue la que, vertida en exposición sistemática, trataron de exponer sus primeros hijos teólogos4. 1. Cfr. I RODRÍGUEZ - A. O r t e g a , L os escritos de San Francisco , Murcia 1985. Como ha dicho L. de Aspurz el alma de Francisco se abre hacia Dios en un amor rendido y confiado, que le hace mirar la creación entera como un don continuado de sus manos, con afecto de sincera hermandad. Por ello saluda sinceramente como hermanos no sólo a sus seguidores, sino a todos los hombres, y aún a todos los seres inanimados (cfr. San Francisco de Asís , en Gran Enciclopedia Rial , t. 10, Madrid 1973, 486-488). 2. Una de las principales características de su espíritu es, precisamente, un gran respeto y admiración por la naturaleza, según un optimismo eminentemente realista. Apoyado en Dios y en la Revelación, reconoce la dignidad del hombre y su señorío sobre el orden creado que también es criatura y, por tanto, digno de respeto. Pero no ignora la deficiencia original de la naturaleza humana e insiste —en tono a veces dramático— en la necesidad de la gracia sanante que sutura los «vulnera», y de la conversión personal. Así, pues, su amor a la natura­ leza, tiene muy poco que ver con el naturalismo posterior de corte roussoniano, y no podría entenderse separado de su raíz trascendente. Como se sabe, san Francisco de Asís ha sido proclamado patrono celestial de los ecologistas (cfr. Carta Apostólica «Inter sanctos», en AAS 71, 1979, 1509ss). 3. Cfr. Karel J. VERLEYE, Saint François d ’Assise et la protection de l’environement, en Laurentianum 18 (1977) 326-327. 4. Como es bien sabido, san Francisco fue más un hombre de hechos que de teorías. No fue un sistematizador. No podía serlo ni por temperamento, ni por formación, ni en realidad, hacía falta que lo fuera. Según P. Alcántara Martínez mantuvo personalmente una actitud desconfiada hacia el estudio. Fiel a su principio de que «tanto se sabe cuanto se obra», y a su vocación profètica de renovar la Iglesia por las sendas de la pobreza, de la sencillez y de la humildad evangélica (cfr. o. c.y 483). Sin embargo, preconizó en su Regla el respeto

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