PS_NyG_1992v039n002p0215_0230

SOBRE LA CONCEPCION KANTIANO-POPPERIANA DE LA CIENCIA 217 En el campo de la física los ejemplos abarcarían toda su historia, desde el día feliz en que se encarriló por el seguro camino de la ciencia. Desde la teoría heliocéntrica y el principio de inercia hasta los resultados increí­ bles de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica parece como si esta ciencia, en cada uno de sus embates, se hubiera propuesto sistemática­ mente «tomarle el pelo» a lo que al respecto esperara el sentido común ^. En cada uno de sus grandes avances, piénsese en electromagnetismo, se ha impuesto lo inesperado , lo que chocaba con la manera habitual de ver las cosas y esperar de ellas. Pero también es científico desvelar etimológicamente lo que encierran algunas palabras, pues el limo que ha ido sedimentando el tiempo oculta los significados prístinos; o descifrar la escritura jeroglífica, y aún me atre­ vería a añadir, frente a la ampulosidad hueca de tanto pedante que habla del «rigor científico» de sus «investigaciones», la labor de algunos comisa­ rios brillantes, pues los asesinos también gustan de ocultarse. La ciencia auténtica exige además que los descubrimientos sean descu­ brimientos demostrativos , lo que supone que se puedan sistematizar y que fuercen otros descubrimientos, que incluso ni se buscaban. Naturalmente no nos estamos refiriendo a los descubrimientos casuales. Como ejemplo típico de estos pongamos el de quien, probablemente jugando, se encontra­ ra con el resultado increíble de que, pintando amarillo sobre azul, aparecie­ ra el verde. O cosas similares, como tantos hallazgos arqueológicos de gentes que ni siquiera conocían la existencia de la arqueología. Estas son meras revelaciones , por afortunadas que sean, mientras que a las que nos referíamos podríamos llamarlas revelaciones emplazadas (pero contra las que no puede ir la teoría; como los medievales creían de las otras revelacio­ nes) a las que aún sin buscarlas en primera intención, el método seguido les había marcado día y hora para que se produjeran. Cuando Galileo inauguró el nuevo paradigma, lo principal, si bien se mira, no lo fueron tanto los descubrimientos concretos suyos (otros se le habían anticipado en alguno de ellos, aunque él no lo supiera) cuanto la manera de obtener­ los, pues podía haber conducido a otros descubrimientos en lugar de aque­ llos a los que de hecho se aplicó. Nadie ha descrito tan bien como Kant esa manera (en el prólogo a la 2.a ed. de la Crt. r. pura). La ciencia es demostrar lo que no vemos. Si la física culminara (se dice ahora que dentro de veinte años), sería física culminada, como está terminada la geometría proyectiva y eventual- 3. Puede leerse con provecho el capítulo XVI del Análisis de la materia de Russell, y el artículo sobre Balmes de Unamuno en Contra esto y aquello.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz