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SOBRE LA CONCEPCION KANTIANO-POPPERIANA DE LA CIENCIA 225 Se trata de una verdadera revolución copernicana. Copérnico hizo girar físicamente al espectador, pero mentalmente ya hizo girar al objeto, en cuanto que los movimientos que descubrió (heliocentrismo) no los vio en los astros, no le vinieron de ellos, sino que «obrando en contra de los sentidos» puso él esos movimientos en los astros, porque los supuso , y la suposición estaba bien hecha en cuanto que sometía a concierto los descon­ certantes movimientos visibles de Marte. Se trataría de poder dar cuenta y razón de aquella seguridad de la frase galileana: sé que el fenómeno acontecerá así, porque así tiene que ser8. El espacio, el tiempo, la causalidad, etc., no los sacamos de la experien­ cia , sino que sólo gracias a ellos es posible dar cuenta de que ésta se produzca y de que podamos anticiparla, como paradigmáticamente sehan anticipado a ella Galileo, Einstein, Gell Murray, etc., y ella corroboró sus anticipaciones. Si bien se mira, en lo que vemos no hay indicación alguna sobre lo que veremos. Si no obstante es peculiar de la ciencia el predecir , tiene que ser porque de algún modo nos sacamos las predicciones de la mollera (no de la manga). Y seguramente empieza por posibilitarlo el que llevemos el tiempo y algunas otras cosas dentro. Ha habido al menos dos tipos de biólogos kantianos: a) Los que como Müller, Feschner, Helmholtz, etc., pensaban estar confirmando en el laboratorio la doctrina kantiana de los a priori en el sentido genético y duro. Esta línea desemboca en E. Mach, que tanto influyó en Carnap y en Einstein. b) Los que como K. Lorenz y R. Rield se aprestan a descubrir el origen biológico evolutivo de los a priori kantianos. Lo que para el indivi­ duo es a priori se ha ido adquiriendo (por lo tanto a posteriori) en la evolución del filum. Curiosamente anticipados por Nietzsche. D e C arn ap a P o pper Aunque Carnap es una primera potencia analítica, puede decirse que ya de entrada hay un vicio de planteamiento, desde el momento en que, teniendo a la base una filosofía como la de Hume, mal puede esperarse que sea coronada por el éxito la empresa de salvar la universalidad y segu- 8. Y dar cuenta, claro, de por qué ese tipo de seguridades parece estarnos vedado cuando sobrepasamos el ámbito de la experiencia. Desde luego, en tanto que matemáticos y físicos, nos está vedado. Quizá no lo esté en tanto que artistas o sujetos morales, pero sí lo está, para Kant, en cuanto científicos.

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