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Sobre la concepción kantiano-popperiana de la ciencia I ntroducción Fue una invisión profunda la de Heráclito cuando dijo: «A la naturale­ za le gusta ocultarse». Por ejemplo, «nos ocultó» los virus hasta no hace mucho tiempo. Por otro lado los griegos, a la hora de asignarle un ave a Minerva, eligieron la lechuza, que ve en la oscuridad, capaz de «ver donde no se ve». El cometido de la ciencia es nada más y nada menos que el de arrancarle secretos a la Naturaleza. Por lo tanto allí hay ciencia donde hay descubrimiento. Y así ya sabemos todo lo que no es ciencia. Todo lo que, aún presentándose como tal, ni cumple ni aún se aproxima al cometido de la verdadera ciencia. Ciencias de la educación, ciencias de la información, ciencias jurídicas, etc. ¡Demasiadas ciencias! No es ciencia todo aquello que «no tiene ciencia» hacerlo. Cualquiera podría contar los tractores de Castilla o las rentas de los monasterios... Lord Rutherford decía a sus alumnos a principio de siglo: «Toda cien­ cia es o física o coleccionismo de sellos». Exageraba, pero se entiende1. Hay disciplinas que no necesitan, porque tal vez no puedan, llegar a ser ciencias (duras) para tener el máximo grado de nobleza. Así la filosofía, limitándose a ser lo que su nombre indica. Pues los secretos que busca, por ser los más radicales, es de suponer que la Naturaleza los oculte con más celo. Y si existe lo divino —xó 0eTov llamaban aquellos pensadores mañaneros, Aristóteles incluido, a la Naturaleza— será lo más absconditum que imaginarse pueda. Tanto que, para ser exactos, en el decir de Ortega, «brilla por su ausencia», se le nota, porque falta. No se olvide que en el escalafón de los filósofos figuran científicos como Pitágoras, Anaxágoras, Demócrito, Eudoxo, Aristóteles, Teofrasto, Stratón de Lampsaco, Posido- nio, G. de Occam, Galileo, Newton, Descartes, Leibniz, Pascal, Kant, D’Alembert, Helmholtz, Mach, Russell, Lukasiewicz..., y que también han 1. No somos de aquellos a quienes Aristóteles recriminaba por exigir el mismo tipo de rigor en objetos de estudio distintos. Nuestra crítica no es tan ingenua como para incurrir en esa incultura.

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