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EL SACERDOCIO EN EL SINODO 1990 213 y espiritualidad del sacerdote (n. 4). A continuación, en el n. 5, dedica el Papa sus mejores fuerzas a favor de las vocaciones sacerdotales, registrando con gozo «un cierto aumento de dichas vocaciones», haciendo —por una parte— una acto de fe absoluta en el Espíritu Santo y —por otra— promoviendo los medios que fomentan y cuidan dichas vocaciones. ¿Soluciones? Se apuntan al menos dos en el n. 6: que «cada obispo y con él toda su diócesis tomen más profundamente conciencia de la misión común que les corres­ ponde en la evangelización del mundo entero; y el intercambio entre unas iglesias y otras, en vocaciones, sacerdotes y medios de formación. Viene luego la confirmación, «sin posibilidad de equívocos» dice en el (n. 7) de la elección del celibato sacerdotal, «se trata, añade, de un don, un carisma libremente recibido y autentificado por la Iglesia... en vista de una dedicación exclusiva y feliz de la persona del sacerdote a su ministerio de servicio y a su vocación de testigo del Reino de Dios». La formación al sacerdocio y la formación permanente en el sacerdocio ha de ser integral, que no descuide ningún aspecto: formación humana, doctrinal, espiritual, pas­ toral, que tenga en cuenta las circunstancias, a menudo difíciles, en las cuales debe ser ejercido el ministerio» (n. 8). La unanimidad de los sinodales en la insistencia en la formación espiritual , le lleva al Papa a subrayar la necesidad de formar bien a los formadores, comenzando por los directores espirituales. De los profesores de teología se insiste en los aspectos funda­ mentales (además de su ciencia y competencia, claro está): «El profesor de teología tiene la tarea de enseñar la doctrina de la fe, que es la fe de la Iglesia. Debe ser él mismo hombre de fe, que predique con el ejemplo. Debe comunicar a los jóvenes que le son confiados el amor por la Iglesia, ella misma misterio de fe y la dócil aceptación de la Palabra del Magisterio» (n. 9). El sínodo no termina en el sínodo, en el aula sinodal: «la reflexión, dice el Papa, debe ser continuada y proseguida según las orientaciones elaboradas por la asamblea sinodal, con vistas a la aplicación en las distintas situaciones de las Iglesias locales» (n. 10). He aquí el contenido en diez puntos de lo que el Papa dijo en su discurso de clausura del sínodo 1990 sobre la formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales. Jo sé Luis L arrabe

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