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208 JOSE LUIS LARRABE ral vocacional afecta a toda la Iglesia (quizás), comenzando por la familia «primer seminario» (así lo había llamada san Agustín refiriéndose a la familia cristiana «como seminario de la ciudad de Dios»51, las escuelas, las parroquias, las asociaciones y movimientos juveniles (los jóvenes no se asustan por las exigencias que se ponen en claro y en alto). En el fondo, se piensa que la crisis de las vocaciones ahonda sus raíces en el mundo de vivir y de creer de los fieles ( ibid ., p. 25, col. 1). Preocupación por los seminarios Ya habíamos dicho en nuestros estudios anteriores que preveíamos que se apoyarían ambos: los seminarios mayores y menores, también éstos: creo que han dado muchísimo fruto a la Iglesia unos y otros, comenzándo­ se por la formación humana y cristiana y apuntando a la sacerdotal, pro­ puesta explícitamente en su momento y hora oportunos, claró está. Se afirma, pues, que también los seminarios menores sirven para formar hom­ bres cristianos y para fomentar las vocaciones. Está claro también que los seminarios son, han de ser, comunidad de discípulos de Cristo, comunidad humana, eclesial y diocesana, en proceso de educación. Casas y etapas de formación; no pues «pequeños grupos sin la presencia de formadores y sin la supervisión del Obispo diocesano; se ha subrayado siempre la necesidad de una madurez afectiva como armonía de la capacidad de amar y de la necesidad de amar. El amor de Cristo y la entrega universal como camino de la formación al celibato, indicando la necesidad de recurrir a fiables expertos en sicología en el discernimiento de las características de los candidatos a la vida de celibato. Que la formación espiritual debe insertarse en la madurez humana, indicándose el camino a seguir en la formación espiritual «que debe durar toda la vida»; y el valor de la dirección espiritual, del silencio, de la lectura y de la oración ( ibid., col. 3). Que el celibato debe presentarse desde el principio con claridad y deben examinarse las cualidades del candidato si es necesario con ayuda de opor­ tunos expertos en sicología, ya que en el mundo actual se hace cada vez más difícil la vida de castidad en el celibato sacerdotal (y en todos) es observación obvia y necesaria para todos, siendo de suma importancia el equilibrio de la vida afectiva en los seminaristas y presbíteros; lo cual ha de hacerse siempre presentando una visión recta de la sexualidad y de la vida matrimonial (nunca rebajando ésta en favor de un mal entendido celibato). 51. Id., Matrimonio cristiano y familia , Madrid, 1986, 2.a ed., II parte.

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